Sin Puerto Montt, -que es el clave inicio y puerta de ingreso a la Patagonia chilena-, está avanzando en el Parlamento el proyecto de ley que establece la prohibición y sustitución progresiva de las bolsas de polietileno, polipropileno y otros polímeros artificiales no biodegradables en la referida zona patagónica, con la finalidad de contribuir 'a cuidar el patrimonio natural que allí existe y a fortalecer e incentivar cambios de hábito en el uso del plástico', como lo reiterase la senadora Carolina Goic, presidenta de la Comisión Especial de Zonas Extremas. Y para lo cual sólo se ocuparán bolsas compostables o reutilizables, evitando así incrementar el uso de envoltorios contaminantes que asciende a 250 millones al mes, de los cuales el 90%. termina en un vertedero o el mar, según el Ministerio del Medio Ambiente.
En el proceso, se consideran las observaciones y propuestas sobre el tema presentadas por los alcaldes de las comunas de Coyhaique, Punta Arenas y Puerto Natales, que han expuesto sus experiencias a través de la intervención de ordenanzas especiales.
Por cierto, que a los porteños llama la atención la ausencia de Puerto Montt, capital de la Región de Los Lagos, en tan importante iniciativa destinada a la preservación medioambiental. Sobre todo, porque se trata de la zona donde precisamente comienza la Patagonia. Lo que así está reconocido, incluso, en acciones de marketing y difusión de productos turísticos y del propio salmón chileno, con el sello patagónico, en su comercialización en Brasil para el pasado evento Mundial.
Puerto Montt, que es una ciudad puerto con bastantes dificultades de aseo y de preservación del medio ambiente, lo que a menudo es criticado por los turistas visitantes, justificadamente, amerita su consideración entre las comunas australes que postulan a su incorporación al ecológico proyecto de ley en curso. Y así -como ya lo intenta Puerto Varas mismo- dar un importante paso adelante en materia de cuidado ambiental, evitando su contaminación con las dañinas bolsas plásticas, que ya son una alarmante amenaza mundial. Y a cuya erradicación de nuestras costumbres se puede ir aportando por medio de estas normativas, hasta lograr el cambio cultural que -sin exigencias- garantice la preservación ecológica.