La discusión que se ha dado por la aprobación del Plan Regulador de Puerto Montt, es el reflejo de los tiempos que corren; donde la ciudadanía -empoderada-, alza la voz y se manifiesta ante los temas que le parecen relevantes por los efectos que puedan generar en el entorno inmediato. No obstante lo anterior, lo ideal hubiese sido que todos quienes hoy se manifiestan, lo hubiesen hecho también en las etapas previas del proceso, para que dichas voces, hubiesen encontrado mayor acogida. Porque así como están las cosas, da la impresión que el tema ya está zanjado en la instancia municipal, restando ahora ver qué dirá Vivienda y Urbanismo, y luego el Core.
Ahora, lo que sí podemos concluir, es que esta sociedad democrática en la que vivimos y que paulatinamente vamos construyendo entre todos, carece aún de ciertos instrumentos que permitan que la participación ciudadana en este y otros temas, sea vinculante. Porque el ejercicio de salir a las calles a comunicar las modificaciones al plan regulador o las reformas del gobierno, con el objetivo de escuchar a la gente; de poco sirve si la decisión final no considera los comentarios ciudadanas y éstas las siguen y tomando única y exclusivamente las autoridades, que ejercen legítimamente su derecho a la representación popular. Como lo ha dicho este Diario, las autoridades están para eso, para tomar decisiones y asumir las consecuencias de las mismas; pero en lo posible -o en el ideal de la sociedad que queremos-, escuchando y atendiendo a las fuerzas vivas, a los vecinos y por cierto a los especialistas que tienen mucho que decir, y aún no dicen lo suficiente.
El capítulo del plan regulador es una lección para las autoridades, en torno a cómo deben actuar en la administración del poder conferido. Mientras que la ciudadanía debe hacerse un mea culpa respecto de la oportunidad de su reacción, para evitar resoluciones que nos incumben a todos. Lo positivo eso sí, es que la ciudadanía de Puerto Montt dejó su habitual apatía, que se pueden explicar por múltiples factores sociológicos o demográficos, para manifestarse en un tema sensible, que apunta a la identidad de la ciudad. La pregunta en consecuencia que la comunidad debe hacerse, con sus gremios, empresarios, líderes políticos y organizaciones sociales, es qué tipo de ciudad queremos, para a partir de allí construir el futuro.