El 10K para una persona que en su vida ha hecho deporte, suena casi como levantarte un día y decidir escalar el Everest. Así me sentí este domingo en la Maratón de Puerto Varas. Fue mi debut y 1222 el número de mi camiseta que seguramente no se me olvidará. Había participado en otras corridas, pero sólo me había atrevido con los 5 kilómetros. Ahora me afrontaba nada menos que a duplicar mi desafío personal, en un circuito que, a mi parecer, no me facilitaba las cosas ya que transita a través de la ciudad, incluyendo empinadas cuestas y drásticos descensos.
Sin embargo, el ambiente te anima. Miles de corazones se emocionan juntos por algo tan sencillo como correr. Esa adrenalina te entrega energía o, mejor dicho, el valor que necesitas. Empieza la carrera. A los pocos metros, justo a mi lado, cae un participante. Se raspa las piernas y sangra. Pero en un instante se pone de pie y sigue el camino.
Pienso; si él continúa con ese dolor, definitivamente lo tengo que lograr. Para adelante lo que sigue es concentración, autodeterminación y constante lucha interna para no detenerse y no caer en la tentación de desertar, para no rendirse ante el cansancio, la sed, las puntadas, entre otros.
De esta intensa experiencia, hay varios detalles que es preciso compartir: 1. Asegúrate que el desayuno sea altamente calórico, pero reducido en cantidad. Lo mismo con el líquido, debes ir hidratado, pero con el estómago liviano; 2. Amarra bien tus cordones, porque si tienes que parar, agacharte y abrocharte, perderás completamente el ritmo e incluso podrías provocar un accidente; 3. Que la adrenalina del inicio no te haga salir disparado, porque eso implicará que al primer kilómetro ya no te queden fuerzas para los nueve restantes; 4. Si vas a correr con alguien y quieres conversar, asegúrate de hacerlo a un costado y no por la mitad de la pista, porque aunque para ti esto sea una anécdota en tu vida, hay quienes sí se lo toman en serio, se concentran y quieren superar sus marcas.
De esta primera experiencia destaco la efervescencia social. Ver que una ciudad pequeña como Puerto Varas se detiene por un par de horas para recibir a deportistas o a personas que, como yo, definitivamente no lo somos, es sobrecogedor. Mientras corres, observas cómo las personas se asoman a la ventana de sus casas para ver pasar a los corredores y ver como otras se ubican en diferentes puntos sólo para alentar, demuestra que esto es una verdadera fiesta que deberíamos enseñar a apreciar y a difundir.