Este mes de junio ha sido especial. Con dos triunfos consecutivos la Roja de todos ha ganado su paso a la segunda ronda del Mundial de Fútbol tras derrotar a España, el campeón de Sudáfrica 2010. Sin duda el miércoles las anotaciones de Vargas y Aránguiz unieron a 17 millones de voces en un grito de gol, convirtiendo a nuestro país en un solo corazón. Adultos y niños, hombres y mujeres están disfrutando del desempeño de Chile en esta Copa del Mundo.
Estas victorias, además de alegrarnos y emocionarnos por el histórico momento deportivo que estamos viviendo, nos hacen tomar una importante responsabilidad. La de celebrar con prudencia.
No es posible que cada vez que en distintas disciplinas pero en especial en el fútbol, se alcanza un resultado que nos alegra, personas mal llamadas hinchas destruyan el mobiliario público, ataquen el comercio, medios de transporte y espacios que prestan utilidad a todos los chilenos. En Santiago buses que movilizan diariamente a miles de compatriotas y que sirven de sustento a varias familias fueron atacados, mientras que en Puerto Montt la situación fue distinta, miles de personas que se volcaron a las calles a expresar su alegría sin ocasionar desórdenes ni daños. Desde el sur de Chile hemos dado un verdadero ejemplo al resto del país, el que deberíamos replicar en otras acciones cotidianas.
En ese sentido, podríamos cuidar nuestros refugios peatonales de la locomoción colectiva. A pocos días de instaladas las láminas de policarbonato para proteger a los usuarios de la lluvia y el viento, ya lucen sucias y rayadas, ofreciendo una mala imagen de nuestra ciudad.
El hacer de Puerto Montt de un espacio más amigable y humano es tarea de cada uno de sus ciudadanos y no sólo de las autoridades, en palabras simples si no se ensucia no es necesario limpiar. Espero que los triunfos de la Roja sigan alegrando nuestros corazones y que los puertomontinos sigamos teniendo un comportamiento ejemplar en la victoria. Pero el llamado del día a día es a cuidar los espacios que nos pertenecen a todos, como los paraderos, ya que al recorrer la ciudad se observa que en ello estamos en deuda.