La energía queviene del mar
Cuando comienza a cundir la preocupación por el futuro eléctrico de nuestro país y cada vez hay más conciencia del imperativo de apelar a las fuentes generadores de energías no convencionales como las del viento, el sol, volcánicas y marinas, que generosamente campean en derredor sin ser explotadas, los sureños ponemos nuestros ojos en el compañero de siempre: el mar.
Y al hacerlo, nuestro primer recuerdo va para el ingeniero puertomontino René Fischmann, quien hace algunos lustros presentó aquí a las autoridades y comunidad su visionario proyecto para obtener energía mareomotriz desde el Canal de Chacao, mediante generación de electricidad a gran escala, barata, ambientalmente pura y a un precio estable. La propuesta del profesional -apoyada por la empresa canadiense Blue Energy- consideraba un puente a Chiloé provisto de un terraplén y de 200 turbinas Davis, con una potencia máxima de 15 MW cada una para generar 3 mil MW, casi la mitad del consumo del Sistema Interconectado Central entre Tal Tal y Chiloé. Y la producción no dependería del valor del petróleo, de la falta de gas o de la sequía.
Según las organizaciones entendidas en la materia, como CEO (Chief Executive Officer), Chile -por sus características y grandes corrientes marinas, como las de Chacao-, está llamado a convertirse en líder mundial en este campo aportador de energías renovables.
También, es oportuno recordar que hace algunos años se encargó un estudio por el Banco Interamericano de Desarrollo y la consultora inglesa Garrad Hassan & Parteners, que en su momento concluyó que el potencial bruto de energía de las olas de las costas chilenas se estimaba en 164 mil Mega Watts, cuyo equivalente es 12 veces la capacidad instalada del sistema eléctrico nacional.
Otro proyecto sobre el tema fue el de investigación financiado por el Estado, a través del Fondef, que buscaba evaluar las corrientes marinas en el canal de Chacao como fuente energética.
Todos estos antecedentes confirman que hay plena conciencia de los imperativos de apelar a la generación de energía desde nuestro mar, aunque la voluntad política y decisión parecen no ser consecuentes con esa realidad cada vez más evidente.