Lecciones de una tragedia
El pavoroso incendio que acaba de arruinar a miles de familias de Valparaíso, mueve a la solidaridad y a la prevención.
El horroroso incendio que destruyó más de 2.000 viviendas de esforzados habitantes de los cerros de Valparaíso, acabando con las preciadas vidas de algunos de ellos, estremeció el alma nacional y despertó la más ferviente solidaridad con aquellos compatriotas en desgracia, así como también a los puertomontinos nos hizo reflexionar respecto a si estamos preparados para afrontar una emergencia semejante en los cerros que configuran nuestra topografía, por lo demás típica de los puertos.
Una vez más, frente a la dramática adversidad, Chile se ha unido y -con heroica voluntad y generosidad- lleva adelante laboriosas campañas de recolección de ayudas en alimentos, vestuario, líquidos y remedios, para enviárselos a los hermanos del puerto de Valparaíso. Tal como se está realizando en Puerto Montt con un espíritu humanitario ejemplar y cuyos aportes florecen por doquier, bajo la conducción de diversas instituciones. Y, sobre todo, con la entusiasta colaboración de la juventud, que en los momentos cruciales y angustiosos de su país ha ratificado ser dueña de una grandeza humana, que a los chilenos debe enorgullecernos por lo que representa para un próspero futuro del país en manos de tan nobles hombres y mujeres del mañana.
Estos infortunios, como el de Valparaíso, mueven a la introspección y a reconocer que en nuestro puerto se cometen similares conductas, al permitir la instalación de familias en las peligrosas laderas de los cerros, donde los riesgos de derrumbes son latentes en cada invierno, como también los incendios que, aunque no llegarán a la gravedad del puerto hermano, sí son muy difíciles de sofocar por ser lugares inaccesibles y carentes de equipamiento de agua.
Las lecciones de estas tragedias -imperiosamente- instan a corregir los graves errores que en alguna medida influyeron en que los infortunados sucesos alcanzasen las dimensiones catastróficas por todos conocidas. Lo que se espera se concrete a través de políticas públicas, voluntad realizadora, menos burocracias, consistentes inversiones y un proceder definitivamente más cercano a la gente en el terreno de sus crudas realidades.