Jesús y su amigo Lázaro
"Lo importante es que este renacer del ferrocarril por tramos llegue al regreso definitivo del tren al sur, como una indispensable alternativa de transporte y servicio a la gente"
"Jesús quiere liberarnos de la muerte y el pecado para que tengamos vida"
San Juan nos narra un hecho de excepcional belleza y atracción. Jesús fue informado que su amigo Lázaro de Betania estaba enfermo, pero a pesar de saberlo se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después decide volver a Judea. Marta salió a su encuentro, diciéndole que si hubiera estado allí su hermano no hubiera muerto. Jesús consuela a Marta diciéndole que Lázaro resucitará, y agrega: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás". Marta le responde que cree que Jesús es el Mesías. Posteriormente Jesús va hacia la tumba de Lázaro, y llora por su amigo. Luego Jesús ora, da gracias, y Lázaro resucita (Cfr Jn 11, 1-45).
Si bien Jesús realiza este gesto milagroso para que crean que es realmente el enviado del Padre, no podemos olvidar que tenía una profunda amistad con María, Marta y Lázaro. Quizás ellos pensaron que por ser amigos de Jesús estaban libres de cualquier infortunio. Sin embargo, sucede la muerte de su amigo. Por eso, no le importó volver a Judea, donde hacía poco habían querido apedrearlo. De este modo, el Evangelista quiere subrayar los sentimientos y las reacciones afectivas de Jesús, pues es capaz de acudir, dejar el lugar tranquilo donde estaba con los discípulos, con tal de liberar a Lázaro de la muerte. Así Jesús, junto con realizar el gesto milagroso, manifiesta un rasgo muy humano, cuando se conmueve y llora por la muerte de su amigo. Por eso los judíos comentaban: "¡Cómo lo quería!".
Jesús, al asumir nuestra naturaleza, tiene sentimientos, se conmueve y llora. Al contemplar el dolor de Marta y de María se estremece interiormente, al punto de romper en un llanto incontenible. Es muy humano sentir dolor por la muerte de una persona cercana, querida, por la ausencia irreemplazable del amigo. Es lo que le ocurre a Jesús. Este gesto de amistad de Jesús es un reclamo para nosotros, que también en la vida somos llamados a cultivar amistades sinceras, leales, auténticas. Esto implica no sólo estar presente en los momentos buenos de la vida.
Jesús nos ama tanto que no quiere nuestra muerte, ni quiere que vivamos la muerte espiritual, a causa de nuestros pecados. El sabe de nuestras preocupaciones, conoce nuestras debilidades, de nuestras luchas contra el mal y el pecado. A pesar de nuestros pecados, nos ama de verdad. Por eso quiere liberarnos de la muerte y del pecado para que tengamos una vida verdadera.
Pbro. Dr. Tulio Soto. Vicario General del Arzobispado de
Puerto Montt.