"¡Escúchenlo!"
"Que no ocurra lo del Monumento al Hombre de Mar, que desapareció cuando se hicieron obras de remodelación en el sector portuario, sin que hasta hoy se haya repuesto"
"Pero, basta con mirar al Crucificado para encontrarle sentido a los sufrimientos"
Muchas veces nos habrán dicho: "Gracias por escucharme". Los seres humanos tenemos necesidad de ser escuchados, y en el mundo actual disponemos cada vez de menos tiempo para prestarnos atención y oído. También, a nivel social, la gente quiere ser escuchada cuando se definen las políticas públicas. Estas simples reflexiones son a propósito de la frase central del evangelio de este segundo domingo de cuaresma: "se oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo" (Mt 17,5). Se trata de la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor, cuando la divinidad resplandeció a través de la humanidad del Hijo de Dios: su rostro brillaba como el sol, y sus vestiduras refulgieron como la luz. En un instante el Señor apareció lleno de gloria ante los discípulos (Pedro, Santiago y Juan) a quienes había invitado a orar para fortalecer su fe. Habían quedado muy desanimados después que Pedro lo reconoció como el Mesías y El les anunció su próxima pasión y muerte así como su resurrección. El "escándalo de la cruz" con frecuencia nos hace tropezar e incluso dudar de la bondad de Dios, el Padre. Pero, basta mirar al Crucificado para encontrar sentido a los sufrimientos. Quisiéramos que todo fuera éxito y agrado, pero el camino de Jesús pasa por la cruz - el sacrificio, la abnegación, la humillación- hacia la gloria. La transfiguración, en un instante, nos anticipa la resurrección de Cristo y prefigura nuestra propia resurrección. Es, por tanto, motivo de esperanza. El hecho de que se aparezcan Moisés y Elías, representantes de la Ley y los Profetas, hablando con Jesús en el monte, significa que todo el Antiguo Testamento anuncia y prefigura a Jesucristo, y encuentra en El su plenitud. Por eso, desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo. Desde la nube luminosa, signo de la presencia protectora y providente de Dios, se escucha la voz del Padre, que confirma que Jesús es el Hijo de Dios y ordena que se le escuche. El es la Palabra definitiva de Dios a los hombres. Por eso, en ese momento los discípulos no ven más que a Jesús solo y se postran ante El temerosos. Pero, el Señor se acerca y los toca, invitándolos a levantarse y no tener miedo. En este tiempo misionero y de Sínodo arquidiocesano, toda la Iglesia -pastores y laicos- está llamada a escuchar religiosamente la Palabra de Dios y proclamarla confiadamente para que el mundo, oyendo, crea el anuncio de la salvación; creyendo, espere y esperando, ame (Conc. Vatic. II, D.V., 1).
Cristián Caro Cordero. Arzobispo de Puerto Montt.