La cuaresma: oración y penitencia cristiana
"Acojamos la misericordia de Dios y seamos también agentes de paz y misericordia"
Jesús es llevado por el Espíritu al desierto y es tentado por el demonio, después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches (cfr Mt 4, 1-11). El relato alude a las pruebas del pueblo de Israel cuando caminaba por el desierto (Ex 16-17; 32). Jesús va respondiendo al tentador con tres citas del Libro del Deuteronomio ( Dt 8, 3; 6, 16 y 6, 13-15). Frente a la tentación del éxito material, Jesús responde que "no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Luego, Jesús se niega a realizar un milagro por vanidad, respondiendo al demonio: "No tentarás al Señor tu Dios". Tampoco Jesús cede ante la tentación de la fama o del poder político o terrenal, respondiendo al demonio: "Adorarás al Señor, tu Dios, y a Él sólo rendirás culto". De este modo, vemos que la pretensión del demonio es hacer que Jesús reniegue de su condición de Hijo de Dios. Sin embargo, Jesús supera las pruebas, a diferencia del pueblo de Israel. Jesús no cede a las tentaciones, pues su misión en este mundo es hacer la voluntad del Padre y actuar en su condición de Mesías, para liberar al hombre del mal y del pecado. Por medio de este hecho, Jesús ofrece a sus seguidores un ejemplo, pues así como luchó contra el mal, venciendo las tentaciones, también nosotros estamos llamados a luchar contra el mal y el pecado. Somos creaturas débiles, expuestas a las tentaciones del demonio.
Por eso, la Cuaresma que hemos iniciado el miércoles pasado con la imposición de la ceniza es un momento propicio para intensificar nuestra lucha contra el pecado. La Iglesia sigue el ejemplo del Señor, con las prácticas de la oración y la penitencia. Este período de cuarenta días, que comenzamos el Miércoles de Ceniza, es un tiempo propicio para buscar una sincera conversión a Dios. En este sentido, la oración diaria, la asistencia a la Santa Misa, las prácticas de mortificación, los sacrificios diarios, la confesión frecuente, y las prácticas de caridad, son fundamentales para nuestra alma, tan necesitada de la gracia de Dios, de la misericordia y de la bondad del Señor. El Papa Francisco nos recuerda: "Que este tiempo de cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar a Cristo en cada persona (Mensaje de Cuaresma, 2014). Acojamos, entonces, la bondad y la misericordia de Dios en nuestra vida y seamos también agentes de paz y de misericordia con todos.
Pbro. Dr. Tulio Soto.
Vicario General del Arzobispado de Puerto Montt.