Ya, -al comienzo de la segunda rueda del Campeonato de Fútbol Profesional, por el ascenso a Primera División-, nuestro Deportes Puerto Montt empieza a cumplir su palabra de dar una batalla decisiva -en este tramo final- por el cetro del torneo y el cambio de rango que significa el roce competitivo con los más destacados clubes nacionales del balompié rentado.
Luego de, hace poco, derrotar en forma inapelable (4-1) a Valdivia en la grama del Chinquihue y pasar a comandar la tabla de posiciones, con 27 puntos, junto a Cobreloa, el plantel porteño adiestrado por Fernando Vergara no sólo gana, sino que lo hace con prestancia y contundencia. Demostrando que la convicción de ascender es profunda y que los méritos que está desplegando justifican plenamente el respaldo del público porteño, que es tan importante e indispensable. Y que ya se insinuó en la ferviente y alentadora concurrencia, registrada aquí en el triunfazo ante el tradicional adversario del río Calle-Calle.
Esto no es más que la expresión de lo eficiente y productiva que es la sociedad club-hinchada. Una dupla que cuando va de la mano -con fidelidad responsable, con buenos números en la palestra y en las gradas del estadio-, la institución va conquistando las anheladas aspiraciones de un mayor prestigio y categoría. En este caso, a la altura de una ciudad capital regional de primera influencia en el desarrollo sur-austral patagónico.
Puerto Montt -hay que reconocerlo- ya superó la etapa de la tímida adolescencia progresista y está en la adultez más que centenaria, donde nada es infranqueable si en la mira siempre está llegar más alto y si se tiene consciencia que ha llegado la etapa de estar dispuestos a grandes cosas. Sin miedos, inseguridades ni vacilaciones. Con la certeza de hacer lo que se debe hacer y porque ya es tiempo de estar en las alturas.
Deportes Pto. Montt ya estuvo en la división de privilegio en 1996 (descendió en 2002). Lo que significa que hoy no hace más que luchar por volver a casa. Y que puede lograrlo con los puertomontinos.