En el engranaje social cotidiano, donde la familia es el núcleo vital de las comunidades y su desarrollo existencial, la mujer cumple un rol clave -dosificador, puntal y de armonía- en esos destinos de superación humana. Noble e insustituible misión femenina, que hoy -en el Día Internacional de la Mujer- reconocemos con especial emoción, destacando, sobre todo, su responsabilidad en el cumplimiento de sus deberes.
Esta significativa fecha es también propicia oportunidad para pedir a la sociedad y sus autoridades, un trato más deferente, cuidadoso, protector y benéfico para las mujeres. Sobre todo en estos inestables tiempos de tribulaciones y decadencia moral, donde la repudiable violencia agresiva del hombre suele ser despiadada con ellas, como así lo refleja el incremento de los femicidios habidos en el último tiempo en la zona y el país. Grave situación, que es imperioso y prioritario frenar y extirpar de raíz, comenzando por hacer más drásticos los castigos, y mayormente rigurosas las medidas cautelares y la vigilancia de cumplimiento.
La mujer merece un digno lugar influyente en la marcha del progreso nacional, consolidado por políticas públicas que aseguren esa relevancia, a través de su más plena y equitativa integración al mundo del trabajo. Donde sus capacidades, talentos, valeroso espíritu y laboriosidad, sean valorizados como corresponde en una sociedad moderna, integradora y futurista.
No podemos dejar de destacar la abnegada generosidad de la mujer, que es capaz de llegar hasta los más increíbles actos heroicos, cuando se trata de ayudar al que sufre, tenga o no vinculación con ella. Lo que, además, se puede apreciar en sus tareas en instituciones humanitarias, incluyendo congregaciones religiosas. Donde se ocupan de prodigar cariño y socorro a gente en desamparo y enfermedad, a niños y ancianos desvalidos.
"La mujer es la que da armonía y sentido al mundo", ha dicho el Papa Francisco. Compartiendo ese sentir, nuestros reverentes respetos en su Día.