Un cura a la antigua
Me da gusto que mis hijos puedan conocer y asistir a las misas del Padre Eduardo Tampe Maldonado S.J., un curita "a la antigua"; con admiración, respeto y cariño lo digo. Nos gusta - una vez que estamos allá-, porque como a todos nos cuesta salir de la cama los domingos, oír sus prédicas que revelan la sabiduría de la experiencia y la preparación de ellas, vinculando el Evangelio tanto con historia como con actualidad, tanto con ciencias como con espiritualidad. Un excelente profesional de la fe, un sacerdote que pastorea a sus feligreses y que cuando estos dejan de ir, se comunica con ellos para preguntarles respetuosa y humildemente el motivo, por si fuera algo que él pudiera mejorar de su ejercicio pastoral.
Los que somos católicos, no debemos decaer a pesar de todo lo que ha pasado con la Iglesia en el mundo, en el país y en nuestra ciudad. La fe va mucho más allá y bien lo saben los que la tienen. Antes de criticar o dejar de ir a misa, como medida de desacuerdo con la Iglesia o quienes la representan (a pesar de que la Iglesia somos todos), intentemos ser consecuentes, apoyemos desde la vereda que nos corresponde y con altura de miras las gestiones que está realizando el administrador apostólico por encargo del Santo Padre.
Sin más, quiero motivar a todos a que aprovechen las misas de sus parroquias y por supuesto los invito a las del Padre Tampe (Iglesia de los Padres Jesuitas en Gmo.Gallardo, los domingos, a las 11 hrs.). Este curita a la antigua, de ojos azules, de zapatos bien lustrados, que usa pañuelo de género, que escribe cuidadosamente sus prédicas, que sabe el nombre de la mayoría de sus feligreses y que se despide de todos a la salida.
Sin duda, hay mucho más que decir del Padre Tampe, como historiador por ejemplo; pero, esta vez, quiero realzar la vocación que tan bien ha sabido llevar, el sacerdocio.
PATRICIA SÁNCHEZ FUENTEALBA.
Aula insegura
El aula se volvió insegura desde el momento mismo de la municipalización, cuando la administración de los establecimientos educacionales cayó en manos de los políticos y, también, por la aplicación de un sistema economicista, en que importó más la cantidad que la calidad. El aula con 30 o menos alumnos no servía para esos intereses y hubo, entonces, que adaptarla para 45 o más hacinados alumnos. Fue así, que mediante este sistema y otras causas agravantes, la sala de clases se fue transformando en un lugar peligroso, ingresando a ella el descontrol, la violencia y las agresiones y por las mismas causas el profesor fue perdiendo su autoridad y el respeto que se le tenía en la sociedad. Que lástima que esto ocurriera así, porque después del hogar familiar lo más seguro y confiable era precisamente el aula de clases y lo más respetable y admirable eran los profesores; ahora ya no lo son, ni el aula ni el profesor, ejemplos sobran. Mediante la dictación de una ley, se pretende que las aulas inseguras se vuelvan milagrosamente seguras. No será así, es un proceso largo que requiere de mucho tiempo, de muchos recursos y estrategias pedagógicas bien planificadas. Una ley no hará el milagro.
En cuanto a la falta de respeto que afecta hoy a los profesores, el Estado, representado por los gobiernos imperantes, tiene toda la responsabilidad en esto. Los alumnos y los padres y apoderados no respetan al profesor, porque ven como el Estado no los respeta y no los quiere. Más encima, los degrada, haciendo desaparecer a los profesores normalistas y a los profesores de Estado. ¿Se abusa y se maltrata a los profesores? ¡Qué duda cabe! Se les obliga hacerse cargo de una jornada escolar completa, en que los docentes pasaron a ser profesores cuidadores de menores, y, además, hacerse cargo de un currículo agobiante, repetitivo y de relleno en que tanto el alumno como el profesor terminan agotados y con muy debatidos aprendizajes cada jornada.
Y por último, digo que el Estado es abusador con sus profesores, por cuanto, tratándose de beneficios pecuniarios, con una mano se los da y con la otra se los quita. Así sucedió con la bonificación dispuesta en la ley 3551/80: mientras los profesores pertenecían al MINEDUC, se les pagaba esta bonificación y a medida que eran municipalizados se la quitaban. Eso es un abuso por donde se le mire y es lo que dio origen a la deuda histórica. No hay reciprocidad del Estado hacia sus profesores.
ALFREDO RADDATZ SOTO.
Modernización tributaria
El costo que tuvo la reforma de Bachelet fue mucho más grande que la afección a un par de empresas. La inversión cayó por cuatro años consecutivos, bajando en 1,9 puntos porcentuales del PIB; el crecimiento se frenó fuertemente y la economía entró en un ajuste cíclico que no favorecía a ningún rubro.
Y si bien los empresarios siempre esperamos que los impuestos sean más bajos, sin duda es preferible que aprobemos una modernización que nos entrega posibilidades de surgir a una reforma que sólo ha frenado el crecimiento.
TOMÁS ORELLANA BARDAVID. Ingeniero.