Las conmemoraciones de hoy 1 de noviembre -Todos los Santos- y de mañana 2 -Día de Los Difuntos-, son inapreciables oportunidades anuales para no olvidar la transitoriedad de la existencia humana y sus limitaciones, junto con recordar -en plegarias, flores y añoranzas- a quienes ya han dejado este mundo. Reflexión que siempre conduce a la conclusión, tras la fugacidad existencial, que la vida es sólo justificable en la medida que se consagre al bien y la solidaridad con el prójimo, comenzando por aquellos más frágiles y en desamparo.
Desde la concepción cristiana, el origen de la humanidad viene de Dios y su permanencia en la tierra -basada en el amor divino y a los semejantes- no es más que un pasajero peregrinaje que va en busca de la morada definitiva, que es la celestial, como lo consigna la santa palabra.
La muerte es una realidad de la que nadie puede escapar. Tarde o temprano, llega, como el día sucede a la noche. Son procesos naturales, irreversibles, que hay que enfrentar y aceptar. Lo que, para los cristianos, no es el fin, sino el comienzo de la vida eterna en la gloria del Señor y para lo cual es fundamental llevar una existencia honesta, de servicio, solidaria, concordante con tan extraordinaria posibilidad.
Como ha predicado el Papa Francisco, "tenemos la certeza que la muerte no es la última palabra sobre el destino humano, porque el hombre y la mujer no están destinados a una vida sin límites, pues ésta tiene su raíz y cumplimiento en Dios".
Y con motivo de estas jornadas de reflexión, -Todos los Santos y Fieles Difuntos-, el Santo Padre ha pedido conservar la memoria del pasado, de los nuestros que se fueron, y la memoria del futuro, del camino que hay que recorrer, con la certeza de lo afirmado por Jesús: "Yo los resucitaré en el último día". Una hermosa esperanza que se manifiesta en las bellas flores que, ahora más que nunca, adornan las tumbas de los camposantos, como presagiando ese venturoso misterio que Jesús resolvió resucitando al tercer día, tras su sublime sacrificio redentor muriendo en la cruz.