Marcelo Galindo Gallardo
Loreto León Soto ingresó apenas cumplió los 18 años al convento de las Hermanas de la Providencia.
Estuvo seis años, primero en el aspirantado y después como novicia, pero nunca se imaginó que lo que más quería ella, convertirse en monja, se iba a frustrar por los constantes maltratos dados por una religiosa de mayor rango, lo que le llevó a denunciar esto en la misma Iglesia, aunque sin resultados.
Loreto, que llegó en el 2013 a vivir a Puerto Montt, fue víctima de abuso de consciencia y poder en la Iglesia Católica y lo único que quiere es que se conozca su historia, por el daño causado a su salud mental, física y a su familia.
La joven, de 29 años, está en su último semestre de Psicopedagogía, pero además está realizando un diplomado en Teología. En la actualidad es parte de la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico de Chile y también asiste a la Fundación Para la Confianza, creada por José Andrés Murillo con Juan Carlos Cruz y James Hamilton -víctimas de Karadima-, "donde me brindaron apoyo". "Uno se desencanta de la vida religiosa. Uno espera otra cosa. Incluso se da la vida por los demás", anotó.
Tratos
Loreto relató que cuando ingresó a la vida religiosa, le cambiaron de formadora porque la que tuvo enfermó de cáncer.
Pasó a asumir el rol la superiora provincial. "Allí empezó mi pesadilla con la formadora Teresa Araya", dijo.
Añadió que al principio la llevó a vivir a su casa, donde habían otras hermanas jóvenes, incluso una argentina.
"Fue ese el momento en que comenzaron los malos tratos, las aprensiones. Debía llamar por teléfono en su presencia y decirle todo y consultar todas las cosas con ella hasta las más mínimas y si no lo hacía, ella se transformaba", cuenta Loreto.
"Empezó a tener plena posesión de mí hasta el punto de amenazarme, de tratarme mal, casi de enferma mental. Me decía que 'era estúpida, tonta, que me fallaba'. Cuando estábamos en público, me trataba de una forma, luego me llevaba a su oficina y me decía la forma cómo me tenía que comportar, que no me junte con otras personas, otras hermanas; porque son un mal espíritu. Siempre con ese abuso, pero en nombre de Dios", expresó.
- Usted denunció esto, ¿cómo lo hizo?
- Tras todo eso fui enviada a una jornada en Canadá con otra hermana chilena, y allí decidimos denunciar muchas irregularidades que había dentro de la comunidad en Chile. Lo denunciamos ante el consejo general, el que ve a la comunidad de las hermanas en el ámbito mundial. Acogieron nuestras denuncia, pero yo decidí "quemarme" como se dice, porque a mí me habían pasado más cosas personales, que fue el abuso de poder y de conciencia de esta religiosa.
Cuando yo estaba en Canadá, me enviaba mensajes siempre pendiente de mí y no de las otras hermanas jóvenes, por lo que decidí realizar una denuncia canónica.
- ¿Qué pasó después?
- Estuve dos años y medio en Canadá. Las hermanas que son mayores me acogieron muy bien y me sentía como una nieta. Tuve misión con indígenas, con gente de la calle y en varias partes. Sentí que tras la denuncia, no se hizo nada más que enviarme lejos y no se hizo nada como correctivo a esta persona. Tras ello, me dio anorexia y bulimia y por salud mental me retiré.
Cuando me encontraba en ese momento en Canadá con las hermanas chilenas, me hacían desprecios que eran terribles, indescriptibles, porque uno no piensa encontrar en la vida religiosa, monjas que hagan desprecio, que hablen mal de uno; para mí fue muy triste, y uno se desencanta de la vida religiosa porque espera otra cosa.
- ¿Qué pasó cuando retornaste a Chile?
- Cuando llegué no le conté a nadie, ni siquiera a mis padres que no sabían por qué tomé esta decisión. Yo estaba con miedo porque me dijeron que después de la denuncia no debía decirle a nadie. Yo fiel a lo que me pidieron no le conté a nadie, pero sufría por dentro porque no me podía hacer acompañar. Mis papás veían que estaba flaca, no sabían lo que me pasaba, me retaban y pensaban que me había enamorado. Fui a la Fundación para la Confianza, que crearon José Andrés Murillo con Juan Carlos Cruz y James Hamilton, donde me brindaron apoyo y después vine a Puerto Montt.
- ¿Por qué decides dar a conocer esto?
- Hace un mes me uní a la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico, donde hay de todo, curas que han sido abusados por Karadima, una transexual que fue abusada por dos franciscanos, una mujer que fue abusada por una hermana, muchos casos maristas, de curas diocesanos de (Gonzalo) Duarte de Valparaíso, de los jesuitas y laicos, y aquí en Puerto Montt no se han pronunciado. Mi idea de hacerlo público acá es para que salgan a la luz todos estos abusos, que han sido en nombre de Dios porque lo han cometido sacerdotes. No es por despecho o venganza, es por el abuso de conciencia y poder ejercido en mi contra.
Yo sé que en la región existen personas que han sido abusadas, desde niños, adultos, monjas y acá estuvo el padre Rimsky Rojas que fue un depredador sexual, y lo adoran en el salesiano, pero hay gente y niños que también fueron abusados por este cura.