Sólo un 13,5% de los jóvenes de la región expresa interés por la actividad política, lo que es notoriamente inferior al promedio nacional que llega al 20,7%; según se desprende de la Octava Encuesta Nacional de Juventud, que realizó el Instituto Nacional de la Juventud.
El estudio revela además que el 61,5% no se identifica con ninguna posición política y sólo el 28,4% de los jóvenes en edad de votar, fue a las urnas. Respecto de la pregunta, si hablan de política con los amigos u otras personas, la cifra igual es inferior el promedio nacional; ya que en Los Lagos el 22,4% lo hace, y a nivel país un 36,6%.
Los resultados son el reflejo del desapego que no sólo los jóvenes tienen con la política, sino que la sociedad en general, producto del descrédito en que ha caído, merced a sus propios tropiezos y contradicciones.
Basta ver las disputas que hay al interior de los partidos o de los bloques partidarios, para el proceso de instalación del Gobierno o de la reorganización de la ex Nueva Mayoría como fuerza opositara, para encontrar explicación a este desencanto juvenil.
Por otro lado, queda en evidencia que los jóvenes vuelcan su vocación de servicio de otra manera, ya que uno de cada cinco jóvenes ha realizado un trabajo voluntario en el último tiempo, mientras que el 41,3% participa de forma permanente en alguna organización social.
Es decir, los jóvenes no han perdido la capacidad de trabajo por los demás, son solidarios y hay ciertas causas que los movilizan, más allá de aquellas que los han mantenido en las calles los últimos años, como es la educación.
En consecuencia, la clase política tiene un trabajo enorme que realizar, para volver a encantar a lo juventud con la actividad, porque de allí saldrán los liderazgos del mañana, más aún en una zona donde los líderes no abundan.
El tema no es menor, si consideramos que el mismo estudio refleja otro dato interesante, pero a la vez inquietante por la correlación que se suele hacer al respecto. Ya que si bien el 89,3% de los jóvenes se siente feliz, sólo el 27,6% cree que Chile va a estar mejor en los próximos cinco años; pero sus expectativas personales son distintas, ya que el 73,3% estima que estará mejor en el futuro, lo que habla de una disonancia entre el espacio público y el privado; que necesariamente hay que corregir, encontrado un equilibrio entre ambos espacios.