Qué lamentable que el vagón ferroviario, instalado hace años en la costanera como símbolo patrimonial y llamativo lugar de refuerzo cultural, haya decaído al extremo de transformarse en un feo y repelente lunar urbano de Puerto Montt -punto menos que guarida de consumidores de droga, alcohol, entre otras prácticas antisociales-. Y lo que es más grave, irradiando esas malas costumbres en un concurrido sector junto al mar, donde llegan muchos niños y adolescentes a realizar algunas actividades recreativas.
No extraña, entonces, que el Concejo Municipal de Puerto Montt haya decidido -enérgicamente- exigir el retiro de ese lugar del mentado vagón del tren y su desarraigada y contaminante compañía, que tanto está desprestigiando a la ciudad e inhibiendo su merecido florecimiento turístico.
Por estas semanas, los propios concejales y la misma comunidad determinarán el destino definitivo del vagón. Que puede hacer valer su valor histórico dentro de un museo ferroviario, en una plazoleta ornamental y recordatoria, como parte de un proyecto de atracción turística e incluso integrándose al recinto cultural de La Paloma. Lo fundamental y prioritario es que esto se resuelva pronto y, mientras tanto, dicho inmueble permanezca cerrado y debidamente resguardado para no volver a descender a lo mismo.
No olvidemos que en mayo de este año, ante una intención alcaldicia semejante a la de ahora, aunque no tan resuelta, irrumpió la sociedad civil y agrupaciones culturales para formar el Comité de Defensa del Vagón de Trenes. Oportunidad en que reiteraron la preocupación de la comunidad artística y cultural por "el único espacio que da cuenta de la memoria ferroviaria de la ciudad y que junto a las locomotoras subsisten precariamente y sin ningún plan de financiamiento ni gestión de parte de la administración pública".
Conviene tener en cuenta estas inquietudes, para resolver en conciencia. Y decidir la solución que asegure la permanencia del vagón y su valor patrimonial en un lugar digno y seguro de la ciudad.