S San Mateo nos narra que Jesús se dirige a la multitud y a los discípulos, señalándoles hagan y cumplan todo lo que los escribas y los fariseos les digan, pero que no se dejen guiar por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Los critica porque atan cargas pesadas sobre los demás, pero ellos no quieren moverlas. Indica que ellos todo lo hacen para que los vean, les gusta ocupar los primeros puestos, hacerse llamar maestros, padres y doctores. Como recomendación les dice que el mayor deber ser como el que sirve, porque el que se eleva será humillado y el que se humilla será elevado (cfr Mt 23, 1-12). En primer lugar, Jesús critica la incoherencia de los escribas y los fariseos, que con su modo de vivir, exigen mucho a los demás, sin preocuparse de la propia conducta. Es la distancia que crean entre el decir y el hacer, entre lo que se predica y lo que practica. De algún modo, nos invita a buscar una vida de fe más auténtica, donde será más importante el testimonio de vida, las actitudes y obras de bien, que una predicación que no vaya acompañada de actos de caridad. En segundo lugar, Jesús critica la vanidad del fariseo, a quien importan las meras apariencias, la búsqueda de los primeros puestos, no para servir, sino para ser servido.
Es lo que hoy en día llamamos la cultura de la imagen, pues, a veces estamos más preocupados del modo de aparecer frente a los demás para que nos alaben. Pareciera ser que lo más importante fuera no el servicio desinteresado al prójimo, sino la búsqueda del reconocimiento social. Para el Señor poco importan los títulos, la ostentación, las apariencias, sino el servicio humilde y desinteresado. En tercer lugar, Jesús nos dice que cuando ejercemos ciertos cargos de responsabilidad en la Iglesia, lo que nos debe caracterizar es el servicio, la disponibilidad necesaria para preocuparnos efectivamente de los demás. El ejemplo lo encontramos en el mismo Jesús, que se entregó por nosotros para salvarnos, para darnos una vida nueva. Por eso, en el seguimiento de Cristo, se nos pide disponibilidad en el servicio, que debe ser humilde y generoso, cuyo único motor es la caridad, el amor a Dios y al prójimo.
Pbro. Dr. Tulio Soto. Vicario General del Arzobispado de Puerto Montt.