Durante las últimas semanas, hemos asistido a una serie de declaraciones y opiniones en torno a la contaminación del lago Llanquihue y la eventual contaminación también, de la bahía de Puerto Montt. Y en cada una de estas declaraciones, sobretodo de quienes tienen algún grado de injerencia en el tema, ya sea como autoridad fiscalizadora o empresa prestadora de los servicios en cuestión; hay un hilo conductor que une y fundamenta estas opiniones, cuál es, el apego de la norma establecida, a la ley vigente. Dichos más, dichos menos; el tono apunta al cumplimiento de la norma, a los parámetros permitidos. Pero lo curioso de todo esto, es que la gente hoy, el ciudadano del Chile actual, eso, es exactamente lo que no quiere escuchar. En este caso como en otros, queda de manifiesto que tanto las empresas como las autoridades, no han terminado de comprender que el estándar que exige la ciudadanía hoy es muy superior a la norma, y roza más bien con lo ético, lo moral y por cierto con lo sustentable. Ya no basta con cumplir con la norma, ni ajustarse a un criterio empleado hace 10 años; el mundo cambió, y Chile también. Y hoy, aquella norma es el desde… Los técnicos sabrán explicar mejor que uno lo que está sucediendo, pero el común de la población no quiere escuchar ese tipo de explicaciones; sino que más bien quiere oír inversiones millonarias que por ejemplo, hagan más sustentable el tratamiento de las aguas servidas. El cuidado del medio ambiente -con el cambio climático en curso-, es una prioridad. Ya no existe nada que se pueda hacer sin considerar esa variable, y en aquel sentido, los recursos hídricos como los lagos, ríos y la costa marítima, son intocables. El levantamiento social ocurrido durante el 2016, con motivo de la marea roja y la mortandad de peces; refleja el escenario en el que estamos. Lo que para el común de la población es bastante evidente, menos para los involucrados. Porque la industria salmonera aún cree que lo ocurrido -poco menos- que fue responsabilidad de los medios de comunicación; en circunstancias que no fue más que un estallido que se mantenía silente, pero que tarde o temprano se iba a producir, precisamente por el accionar de las salmoneras. Y en el caso de la contaminación del lago o de la eventual contaminación de la bahía de Puerto Montt, es lo mismo. Ha sido la ciudadanía lo que, empoderada, se ha organizado y ha hecho sentir su voz, para que luego las autoridades hagan lo que les corresponde hacer. Y ojo, que por ahora son sólo ciudadanos los que están clamando por una solución definitiva y amigable con el medio ambiente; porque pronto, al igual que en el tema de las salmoneras, serán ONGs las que se instalarán acá, para buscar las respuestas que ni las empresas ni las autoridades han sabido dar.