Alienta la esperanza en un mejor porvenir, sin duda, el hecho de comprobar como Puerto Montt elabora su propia carta de navegación progresista de cara al futuro, al impulso de sus autoridades municipales y la participación -indispensable y vital- de los propios puertomontinos. Como así quedó comprobado en la reciente consulta ciudadana, en el marco de la modificación a que debe someterse el Plan Regulador Comunal, con miras al año 2030, donde la preferencia de la gente se depositó por la consolidación de núcleos urbanos o policentros en la capital regional, por sobre la densificación urbana céntrica y una ciudad en extensión, que en ese orden recibieron el favoritismo.
El potente crecimiento demográfico de Puerto Montt y sus urgentes demandas de más espacios poblacionales y para el tránsito vehicular, junto a los siempre indispensables servicios y más áreas recreacionales, -hasta ahora en una desordenada e incierta marcha, requieren con urgencia de un cambio incluido en un renovado plan de acción. Que sea garante de armonía, integridad y equilibrio en el proceso desarrollista. Sin cojeras frustrantes ni pasos en falso. A ritmo sostenido y con obras bien planificadas y llevadas adelante en coordinada efectividad.
Ahora que se sabe adónde vamos y qué hacer, -con una visión a varios lustros más-, enfocados en la habilitación de núcleos cívicos integralmente implementados (según la voluntad de los consultados), conviene no dejar de tener prioritariamente presente que, ante todo, la nuestra es una ciudad-puerto. Cuya calidad marítima es su principal distinción y atributo. A la vez que su primordial recurso y fuente de progreso. Sobre todo, a través de la industria del turismo marino y de naturaleza. Así como también mediante un estilo protector de nuestro rico patrimonio histórico, comenzando por la definitiva puesta en real valor del portentoso yacimiento arqueológico de Monte Verde, que aún no logra levantar el vuelo global que merece y que Puerto Montt desperdicia increíblemente, así como con Tenglo.
Si está trazado el derrotero, ¡naveguemos!