El Día del Niño, como el de hoy, es la oportunidad especial que insta a los adultos, sobre todo a sus padres, a reflexionar sobre el comportamiento que tienen con ellos. Si verdaderamente les preocupan. Cuánto los cuidan y apoyan. Si se les da los mejores ejemplos de honradez en el trabajo y de solidaridad en el trato con el prójimo. Si demostramos amor y respeto en las actitudes cotidianas. Si les animamos y ayudamos a lograr sus pequeños sueños y a superar sus dificultades. Si les tratamos con cariño y les enseñamos a ser nobles y generosos con el propio ejemplo…
Si queremos un futuro de desarrollo y grandeza para nuestra Región de Los Lagos, para Chile entero, invirtamos todo lo que tenemos en esos niños. Protegiéndolos y educándolos en el bien. Respetando sus derechos a no ser explotados ni privados de su libertad para disfrutar de la edad de la inocencia. Prodigándoles amorosa ternura en esa simpar etapa de la vida, primordial e indispensable para llegar a una adultez positiva y feliz.
Libremos también a los niños de la incomunicación que, paradójicamente, pueden significar los excesos, hasta adictivos, en el uso de los sofisticados modernos medios multimediales. Que acercan a los lejanos, pero que alarmantemente alejan de quienes nos rodean, al debilitar la convivencia y la solidaridad, absorbidos por esos novedosos artefactos celulares.
Dejemos que los niños sean niños. Velemos por esto. Como ha dicho el Papa Francisco, en uno de sus mensajes a los pequeños: "Ustedes tienen la sonrisa limpia, con ella vayan adelante y enséñennos a reír de nuevo, a ser hombres y mujeres con alma de niños". Y así contribuir a la descontaminación de una sociedad cada vez más agobiada por el egoísmo, la ambición, el odio y la violencia.
Al niño, en su Día, nuestro emocionado saludo y el más profundo compromiso de respeto y cariño. Que se refleja en este verso de nuestra insigne poetisa Gabriel Mistral: "Duérmete, mi niño,/duérmete sonriendo,/que es Dios en la sombra/el que te va meciendo...".