Una secuela de alegrías y satisfacciones, de sensaciones de éxito y deber cumplido, de optimismo y determinación de continuar superándose y perfeccionar aún más los proyectos y futuros eventos, dejaron -sobre todo, en los organizadores- los XXVIII Temporales Internacionales de Teatro, recientemente realizados durante casi todo el mes de julio, tanto en el Diego Rivera, como en otros recintos locales, de la zona y del vecino país.
Fue un vendaval con un alentador soplo de cultura, fraterna convivencia y ampliación de la mirada interior, a la vera del tablado y sus sorpresas.
Con este gran certamen del arte teatral del país y del extranjero, nuestros inviernos dejaron de ser agrestes e inhóspitos. Ahora, son los inviernos de los temporales teatrales. De la oportunidad de hermanarse en torno al disfrute del mundo actoral y su mensaje de conmovedora humanidad y de las vivencias de su viaje al fondo de las almas.
Quedó de manifiesto también la admirable cultura histriónica que han ido adquiriendo los puertomontinos, que año tras año van afinando y profundizando su agrado y apreciación por el talento escénico. Algo que ha impresionado a los actores, que han hablado maravillas de la organización misma.
El balance revela una cifra superior a los 30 mil espectadores para esta versión del encuentro, considerando al público local y al del vecino país, incluida la itinerancia. Cobertura que ya están pensando en superar -para el próximo año 2018- en la Corporación Cultural de Puerto Montt. Y cuya fórmula se basará en proporcionar una mayor amplitud a la extensión teatral y, al mismo tiempo, incorporar la presentación de elencos y obras de mayor volumen escénico y jerarquía en la disciplina.
El propósito es seguir creciendo. Y conferirle a los Temporales Teatrales una mayor proyección nacional e internacional, para que todos quieran venir a pasar los inviernos a Puerto Montt. Donde la lluvia no sólo se hace canción, sino también el más largo, entretenido y apasionante espectáculo que el teatro del mundo pueda ofrecer.