Por lo general, siempre nos estamos quejando del desarmonioso -y hasta torpe- desarrollo del crecimiento de Puerto Montt, sobre todo en los últimos treinta años, cuando esta irrupción ha sido punto menos que explosiva en materia demográfica, acompañada de urgentes imperativos de más espacios para viviendas, más amplia y mejor conectividad para un incontenible parque vehicular, necesidad de áreas verdes y recreacionales, entre otros requerimientos propios de ciudades capitales de estratégica influencia nacional.
Pues bien, ha llegado la hora de que, al fin, Puerto Montt disponga de un Plan Regulador a tono con los nuevos tiempos. Capaz de dosificar con sapiencia y prudentes decisiones esa importante impetuosidad progresista, fijando una carta de navegación en las aguas del desarrollo lo más equilibrada posible, de sostenido avance, segura y con un destino de grandeza claro y abordable.
Por eso es que las autoridades, -con una mirada a futuro, en torno al 2030 y más adelante-, llamarán a la comunidad puertomontina, probablemente en la última semana de agosto, para que intervenga en la elaboración final de ese visionario Plan Regulador, exponiendo cómo anhelan que Puerto Montt se construya y progrese desde ahora en adelante.
Será la gran e inapreciable oportunidad, para expresar los desacuerdos e insatisfacciones de siempre -frente al andar de la ciudad-, señalando ahora lo que creemos es lo mejor para un buen desarrollo de la capital regional. Qué hay que hacer y evitar, para bien de todos.
Cumplida la primera etapa de participación ciudadana -instructiva a través de charlas y talleres acerca del nuevo PR-, ahora viene la actuación decisiva de los puertomontinos, a finales de agosto, con sus sugerencias a través de votación electrónica.
Lo determinante es que no se olvide que, ante todo, Puerto Montt es un enclave marítimo, en torno al cual debe basar su futuro, incluyendo a Tenglo. Sin olvidar su sello patrimonial, que comienza con Monte Verde, cuna de la civilización americana.