Para nuestra provincia y la región misma, los antiguos templos religiosos representan un atractivo especial -en el marco del turismo, sobre todo-, que es menester mantener siempre en las mejores condiciones. Y más que nada, por lo que simbolizan para la fe cristiana y la historia regional desde sus albores fundacionales, con la llegada de los primeros sacerdotes franciscanos y jesuitas.
Hoy, como El Llanquihue lo acaba de reportear e informar, una de esas iglesias -la de Nuestra Señora del Rosario de Maullín- , con 122 años de existencia, se encuentra en un alarmante estado de deterioro. Al extremo que, ante una intervención reparadora, crujió entera y quedó a punto de colapsar. Lo que obligó a clausurar toda actividad en su interior, hasta que no se someta al templo a una restauración general y definitiva, como así lo han recomendado expertos en arquitectura.
Desde luego, que los primeros en reaccionar y preocuparse por esta adversidad, han sido el párroco maullinense, padre Mirson Cayupel, y el arzobispo de Puerto Montt, monseñor Cristián Caro, a quien se le comunicó oportunamente la situación. Y así comenzar a buscar la mejor fórmula para salvar y prolongar la vida de este centenario templo, que -no obstante su inmenso valor patrimonial- no ha sido reconocido como monumento nacional y sólo en su valor comunal. Y acaso, a contar de ahora, en que ha hecho noticia, pueda valorizarse en justicia y adquirir esa categoría que amerita.
Es de suma urgencia, apoyar con recursos la restauración del templo de Maullín. Llamado que se formula a las autoridades y empresas colaboradoras. Y ojalá siguiendo el ejemplo de lo que sucede con la iglesia Nuestra Señora de la Candelaria de Carelmapu, de cuya reparación final se ha hecho cargo el Gobierno Regional, que el año pasado resolvió continuar el proyecto, optando por la vía de la administración delegada a la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas.
Si los templos están gravemente heridos... ¡Qué esperamos, vamos en su auxilio!