Jesús señala a los judíos que Él es el pan vivo bajado del cielo y el que coma de este pan vivirá para siempre. Les dice que el come su carne y bebe su sangre tiene vida eterna y les promete la resurrección en el último día (cfr Jn 6, 51-58). Hoy celebramos la Solemnidad del Corpus Christi, esto es, la festividad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que fue instituida en el siglo XIII por el Papa Urbano IV para toda la Iglesia. De este modo, se buscaba difundir el culto a la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Justamente el Evangelio de este día nos recuerda lo importante que es la fe en Cristo que se hace presente en cada Eucaristía, donde Jesús se nos entrega como verdadera comida y verdadera bebida. Bien sabemos que la Iglesia ha ido cumpliendo con el mandato del Señor de celebrar la Santa Misa, como la actualización de la salvación realizada por el sacrificio de Cristo. No es un mero recuerdo de la Última Cena, sino la celebración de su presencia real en las especies de pan y vino consagrados. Por eso, los cristianos acudimos a la Misa con mucha devoción y respeto por su especial significado, dado que nuestro alimento es el mismo Jesús, que se nos ofrece por nuestra salvación y nos fortalece para testimoniarlo cada día. Junto con ser nuestro alimento espiritual, la Eucaristía es el fundamento de nuestra unidad, pues participamos de un único pan. En efecto, San Pablo nos recuerda que formamos un solo Cuerpo, al participar del pan, que es el mismo Cristo (cfr 1 Cor 10, 16-17). Se trata de un sacramento de unidad y es vínculo de caridad. Esto significa que cada vez que escuchamos la Palabra de Dios y comulgamos nos unimos más a Cristo y a su misión, formando un solo cuerpo, que es la comunidad, la Iglesia, y esta comunidad es inspirada y es animada a ofrecerse a los demás, en la caridad y en servicio al prójimo. Visto de este modo, ya no es un encuentro intimista con Jesús. Él nos alimenta, nos fortalece, nos une y, a la vez, nos invita a ponernos en estado de misión permanente. Por lo mismo, al final de cada Eucaristía, somos enviados al mundo para dar testimonio de Él, de palabra y de obra. Pidamos al Señor en este día para que nos conceda una mayor conciencia de lo que significa la Santa Misa. al celebrar la presencia de Cristo entre nosotros. Pidamos también para que la participación frecuente en la Misa dominical nos ayude a ser cada día mejores cristianos y honrados ciudadanos. Agradezcamos también al Señor que se queda con nosotros en casa Santa Misa y preparemos nuestra alma para recibirlo de manera digna. Agradezcamos porque el Señor de este modo quiere purificarnos de nuestros pecados y quiere también preservarnos de los futuros pecados.

Pbro. Dr. Tulio Soto. Vicario General del Arzobispado de Puerto Montt.

En este día dedicado a los padres de familia, es pertinente reconocer su importancia clave en la formación y desarrollo de las células vitales de la sociedad, junto a sus compañeras de vida y el sagrado fruto de ese vínculo: sus hijos e hijas.

Por lo tanto, la responsabilidad del papá -en ese núcleo- es enorme. Y no solamente para aportar al sustento del hogar, sino que también -y sobre todo- para contribuir a una valórica formación de sus vástagos. Y para lo cual siempre será la mejor lección su propio ejemplo de vida. A través de un honesto trabajo. Un correcto y leal comportamiento. Valorización y respeto al entorno humano y natural. Solidaridad con el prójimo, especialmente con el más desvalido. Perseverancia y mística para el logro de objetivos de superación. Y tantas otras virtudes que iluminan las existencias de padres ejemplares, que son indispensables en la edificación de una civilización pacífica, solidaria y fraterna.

Misión paternal que -basada en la ternura amorosa, cercanía y unidad familiar-, está destinada a forjar juventudes vigorosas de alma y generosas convicciones, amantes de la paz y la hermandad.

Queridos padres -inspirados por el Papa Francisco- pedimos para ustedes, al Señor, la gracia de que permanezcan siempre muy cerca de sus hijos. Dejándolos crecer, pero siempre muy cercanos. Porque ellos tienen necesidad de ustedes, de su presencia, de su proximidad, de su cariño.

"Sean para ellos como San José: custodios de su crecimiento en edad, sabiduría y gracia. Custodios de su caminar, educadores. Caminen con ellos y con esa cercanía serán sus verdaderos maestros. Gracias por todo lo que hacen por sus hijos", ha proclamado el Romano Pontífice en estos días del papá.

Para ti, padre, -en tu Día-, este verso del poema "Recuerda, papá", de un poeta anónimo: "...Que si no juegas ahora conmigo, cuando tú quieras hacerlo ya habré crecido/ Que la armonía entre tú y mamá me dará seguridad ante la vida y hará de mi un triunfador o un frustrado/ Que de tu amor depende mi capacidad de amar cuando sea adulto"…