El 22 de mayo de 1960 cambió el futuro de Puerto Montt. El terremoto más grande registrado en la historia de la humanidad, azotó al sur de Chile, y a la ciudad ubicada a orillas del seno del Reloncaví, que en ese entonces bordeaba los 30 mil habitantes.

En medio de la destrucción de sismo de gran magnitud, surgió lo mejor de nuestros ciudadanos y la solidaridad se hizo presente de múltiples formas. Nuestros bomberos se entregaron por completo a ofrecer respuesta a la emergencia y a apoyar a la comunidad sin descanso, mientras que nuestras damas Cruz Roja trabajaron para mitigar el dolor, todo ello en una ciudad donde a pesar de lo difícil de la situación siempre de conservó el orden público. Más allá de los efectos del movimiento telúrico sobre la infraestructura, hace 57 años el terremoto de 1960 puso un antes y un después en el desarrollo de nuestro Puerto Montt. La tarea de reconstrucción marcó el inicio del crecimiento de la ciudad, que más tarde llegaría a ser la capital de la Región de Los Lagos. Fue el punto de partida para el crecimiento económico y geográfico de la urbe que despertó y comenzó a ocupar las terrazas y se consolidó como el nodo de conexión con el sur austral del país.

Hoy nuestro desafío es fortalecer el desarrollo alcanzado por nuestra ciudad, y por toda la Provincia de Llanquihue, tras el terremoto, consolidando a nuestro territorio como un destino turístico de excelencia. Para ello se necesita un fuerte estrechamiento del mundo público y el privado, la continuación de importantes mejoras en materia de conectividad que se impulsaron bajo la administración del Presidente Sebastián Piñera, y una revolución gastronómica que pueda instalarnos en el mapa culinario mundial, fenómeno que ya partió con el fuerte apoyo del municipio y los gremios del área. Ese es el terremoto cultural que puede impulsar el crecimiento de nuestro Puerto Montt por los próximos 50 años. Un crecimiento que debe ir de la mano de todos.

Por Jaime Brahm Barril,

ex intendente de la Región de Los Lagos.

En la Edición Domingo de este Diario, se abrió un debate a nivel local, que hace un tiempo ya se discute a nivel nacional, cuál es, el fin de los colegios o liceos segregados, sólo de hombres o sólo de mujeres. En Puerto Montt, la realidad dice que unos mil 500 alumnos aún se educan bajo este modelo, y hay opiniones encontradas respecto de un eventual cambio, aunque la mayoría -al menos públicamente-, opta por los establecimientos mixtos.

Lo cierto es que en los tiempos que corren, donde la inclusión y la lucha por la equidad de género se ha tomado la agenda; resulta difícil avalar cualquier práctica que se pueda interpretar como discriminatoria; pese a que quienes hoy son protagonistas del modelo, no sientan que están discriminando a nadie.

Desde luego, la fórmula de colegios mixtos, ofrece ventajas; y es probable que los liceos que sólo han albergado en su historia hombres o mujeres, evidencien algunas carencias sobre todo en aspectos vinculados a la convivencia con sus pares; no obstante, aquella definición les sigue perteneciendo a ellos. Y responde al proyecto educativo que ellos han definido y al cual optan los padres y apoderados para sus hijos y pupilos. Por ahora, el Ministerio de Educación así lo reconoce, ya que bajo el actual modelo, son los municipios los que tienen dicha potestad; pese a que el proyecto de desmunicipalización que está en marcha, podría acelerar los cambios, ya que el Estado podría tener la facultad de modificar los proyectos educativos a su antojo. Cuestión que es discutible y susceptible de polémica, porque ahí entramos de nuevo a la vieja discusión de la arbitrariedad del Estado para decidir sobre ciertas materias, donde no necesariamente las mayorías están de acuerdo.

En consecuencia, lo recomendable sería que los propios liceos o establecimientos emblemáticos reflexionaran sobre su proyecto educativo y actuaran en consecuencia a lo que dictan sus principios y valores, que han perfilado una forma de educación que es parte de su sello, y que les ha brindado el prestigio que ha enriquecido su historia. Porque estas definiciones tan de fondo, son parte también de su historia y tradición, y que sólo ellos podrían animarse a cambiarlas; no por la presión social ni las tendencias en boga, sino que por lo que les dictan sus propias definiciones respecto del modelo educativo que pretende implementar para las próximas décadas.