Se imaginan lo maravilloso e impresionante que sería Puerto Montt, si se concretaran todos los proyectos que, por años, se han venido anunciando y que tanto han hecho soñar a los porteños con una ciudad capital regional moderna, desarrollada y de alto impacto turístico.
La puesta en marcha del servicio ferroviario Alerce-Puerto Montt, como primer paso concreto proyectado al rescate del definitivo tren de pasajeros al sur desde Santiago mismo, está entre esos planes más cercanos.
Lo mismo que la postergada valoración del magno tesoro arqueológico de Monte Verde, que ha confirmado en Puerto Montt el origen del asentamiento humano más antiguo de América. Pero que sigue, por años, en espera del museo que preservará sus reliquias y del complejo que recreará esa primigenia civilización en el mismo sitio del revolucionario hallazgo.
El desarrollo del borde costero, destinado a afianzar la trascendencia turística y de identidad, que el patrimonio marítimo y su paisaje único significan para la capital de la Región de Los Lagos, es otro proyecto atascado.
Un anhelo, que últimamente ha adquirido fuerza, es la habilitación de un terminal exclusivo para las grandes naves internacionales del turismo de cruceros, en los aledaños marítimos donde funcionó el recordado puerto petrolero; dejándose al histórico recinto portuario, frente a Tenglo, para que -repotenciado y equipado- recobre su dinámica de otrora como pulso del progreso, recibiendo y despachando el tráfico naviero.
La instalación de medios de transporte no tradicionales, como ascensores, funiculares, teleféricos, escalas mecánicas, para reforzar y agilizar el desplazamiento ciudadano, sobre todo a las altas terrazas urbanas. Y así contribuir al descongestionamiento del atormentado tránsito local. Es otra iniciativa que ha hecho soñar y que quedó flotando en el ámbito.
Y tantos otros planes, incluyendo el Parque Natural y de las Artes, como gran área verde y cultural; el mismo Tenglo, para que se actualice. Etcétera.
Sabemos donde ir, pero no cómo llegar.