"Me da pena ver cómo Puerto Montt está dejando morir su arquitectura y su identidad". Es un lamento que no nos puede dejar indiferentes -a nosotros los puertomontinos- especialmente porque es el sentimiento del arquitecto chilote Edward Rojas, Premio Nacional de Arquitectura 2016. Uno de los grandes baluartes y emblemas de la preservación patrimonial del sur chileno.
En entrevista con El Llanquihue, el prominente profesional que fue invitado por la Universidad de Los Lagos a dar una clase magistral, enfatizó que la hoy capital regional está despojada de la admirable armonía que la caracterizaba, por ejemplo hace 40 años, en su estructura, donde sus edificaciones características y edificios más importantes no surgían antagónicos y, por el contrario, mantenían un agradable equilibrio arquitectónico. Lo que en el presente se ha quebrado, con construcciones destempladas que han despojado a la ciudad de obras tradicionales y señeras, que la hermoseaban y vigorizaban de historia, carácter y estilo. Algo trascendente que ahora, infortunadamente, se está esfumando y transformando a este puerto en una urbe anodina y amorfa. Donde ni siquiera ya van quedando aquellas históricas casonas, que evidenciaban un pasado de heroico y visionario esfuerzo.
Las observaciones del prestigiado arquitecto no hacen más que recordarnos a los puertomontinos, que, a pesar de lo mucho que nos gusta hablar sobre el patrimonio, seguimos deficitarios en este tema.
Después de largos años, continuamos sin materializar importantes proyectos histórico-culturales, como el de Monte Verde, su museo y sitio, el más grande hallazgo arqueológico mundial; conchales milenarios y alerces petrificados, en estado de descuido; casonas pretéritas a punto de sucumbir, como la emblemática Casa Ebel; barrios testimoniales porteños, que no dejan de clamar para hacerse valer como símbolos de un pasado promisorio; monumentos que, como el del Hombre de Mar, desapareció, o el del Cacique Cayenel, arbitrariamente removido de su lugar de origen. Etcétera. Para pensarlo.