El reciente deceso de tan noble servidor y progresista puertomontino, como lo fue el distinguido Hijo Ilustre de Puerto Montt -Jorge Brahm Yuraszeck-, inspira todavía más la necesidad de honrar con mayor fervor y dignidad -y de forma imperecedera- el recuerdo de la histórica visita que hizo a Puerto Papa Juan Pablo II el 4 de abril de 1987. Sobre todo, porque el fallecido ex alcalde e intendente puertomontino fue quien lideró la coordinación general del maravilloso recibimiento tributado aquí al pontífice hace treinta décadas. Algo que encantó y nunca olvidó el hoy venerable santo. Y lo que también Don Jorge siempre recordaba con felicidad, especialmente cuando rezaba desgranando entre sus dedos el rosario que le obsequió el mismo Santo Padre. O cuando impulsó la campaña que culminó con la gran Cruz de Tenglo, rememorando la navegación papal.

A 30 años, por cumplirse, de aquel señero y memorable capítulo en el devenir de Puerto Montt, que renovó y vigorizó la espiritualidad y fe de los sureños, la partida de Don Jorge -ahora- , por el inmenso cariño y admiración que le unía a Juan Pablo II, emerge como el soplo de inspiración que faltaba, para organizar una apropiada conmemoración de los treinta años, que pronto se cumplirán, de aquel acontecimiento único con el gran Mensajero del Amor y de la Paz entre nosotros.

Entre las iniciativas que se han ido entretejiendo, factibles en el mediano plazo, -pero que se podría anunciar en el aniversario-, resalta aquella referida perpetuar el reconocimiento puertomontino a San Juan Pablo II, diseñando un ornato especial, -con su efigie en el centro del parque-, que realce la costanera en las inmediaciones del lugar donde él celebró la eucaristía con la multitud que lo rodeó aquella tarde de abril. Además de un aporte turístico y de belleza para la ciudad, sería un símbolo de la lealtad y cariño de Puerto Montt y sus habitantes hacia el Papa, que un día los bendijo en su propio suelo, junto al mar; nunca los olvidó, acompañado del retrato del paisaje que le asombró, y que seguramente hoy recuerda en la casa del Padre.

Endiosar el dinero y los bienes materiales. Ambicionar el poder y aprovecharse de él. Ceder a las apetencias de la carne y al desorden de los sentidos. He ahí las tres tentaciones que llevan a otras. Así, por ejemplo, "la codicia es la raíz de todos los males". Es la causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos (Papa Francisco). Además, engendra la vanidad y la soberbia y nos hace ciegos ante las necesidades de los demás, como lo narra la parábola del rico indiferente y del pobre Lázaro. Este primer domingo de Cuaresma nos presenta las tentaciones de Jesús en el desierto, al cabo de un retiro y ayuno de cuarenta días y noches, preparándose para su misión redentora. El, siendo Hijo de Dios, quiso ser tentado -puesto a prueba- por el seductor, el diablo, para darnos ejemplo de cómo vencer las tentaciones acudiendo a la voluntad de Dios. Las dos primeras tentaciones del diablo comienzan: "Si eres Hijo de Dios…" Y, a continuación: "Manda que estas piedras se conviertan en panes" (primera tentación) y "Tírate de lo alto del Templo" que los ángeles te protegerán, citando el salmo (segunda tentación). Se trata de poner a prueba a Jesús para que se demuestre a sí mismo y a los demás su condición de Hijo de Dios, manifestando su poder y utilizándolo en beneficio propio. La respuesta de Jesús es acudir a la Palabra de Dios: "No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Y a la segunda tentación: "No tentarás al Señor tu Dios". En ambas, el demonio propone a Jesús un camino fácil, exitoso, para conquistar el mundo a base de los bienes materiales y el poder. Jesús, en cambio, se mantiene fiel al camino señalado por su Padre: la humildad, la ofrenda de la propia vida, la obediencia a la voluntad de Dios. La tercera tentación es la más artera. El diablo le presenta todos los reinos del mundo y su esplendor, diciéndole: "Te daré todo esto si te postras para adorarme". Es la tentación de la vanidad, del poderío humano, a cambio de negar el primado absoluto de Dios. Jesús le ordena al diablo retirarse porque está escrito: "Al Señor tu Dios adorarás y a El solo darás culto". Terminadas las tentaciones, "unos ángeles se acercaron para servirlo".

Cristián Caro Cordero. Arzobispo de Puerto Montt.