Si hubo un puertomontino que se preocupó, amó, luchó, se sacrificó, dedicó lo mejor de sí y afrontó los desafíos por más duros que fuesen -por esa sublime causa de su existencia que fue Puerto Montt-, ese admirable personaje fue Jorge Brahm Yuraszeck. Falleció en su hogar a los 96 años, al amparo del amor familiar, tras una dilatada trayectoria profesional y de servicio público, que deslumbró por la pasión, voluntad, entereza y espíritu visionario, con que se entregó a la tarea de contribuir al progreso de la capital regional; así como también impresionó por la decisión, valor y fe con que acometió los retos surgidos en la cruzada.
Como abogado, político, autoridad, bombero, colaborador, padre de familia y abuelo querendón, su personalidad fue siempre invariable y singular: respetuoso, considerado, equilibrado, sereno, sabio, optimista, con el porvenir siempre en el horizonte. Nobles virtudes, todas enraizadas en su profundo espíritu cristiano.
En El Llanquihue se le conoció de cerca a Don Jorge, en la complicada etapa de la transición, al comienzo de los años 90. Su generosa ayuda intelectual y la sabiduría de sus consejos fueron vitales en ese difícil período, que logró culminar felizmente con la modernización y estabilidad de que hoy goza este matutino.
Puerto Montt recibió mucho de quien fuera su dilecto hijo ilustre Jorge Brahm Yuraszeck. Ayudó a la ciudad a desarrollarse deportivamente, integrándola al fútbol profesional mediante la fundación de Deportes Puerto Montt en 1983. Ayudó a la ciudad, honrándola internacionalmente con la memorable recepción conferida el 4 de abril de 1987 al Papa Juan Pablo II, organización que él lideró con inusitado fervor. Ayudó a la ciudad, encabezando su reconstrucción, luego del feroz terremoto de 1960. Protegió directamente a los puertomontinos, como abnegado y valeroso bombero por muchos años.
Ese baluarte humano -Jorge Brahm Yuraszeck-, aún tras el definitivo adiós, perdurará por siempre en el alma de Puerto Montt, como una lección de vida al servicio del prójimo y el terruño.