Estancamiento de Calbuco
Dentro de poco cumplo tres años al servicio de la salud de la comuna: soy médico del Hospital de Calbuco. A través de estas líneas, quisiera manifestar mi opinión de la comuna de la que, a pesar del poco tiempo, ya me siento parte, pero que a su vez puedo ver con ojos del que no pertenece a ella. Dejando claro de antemano que no es mi intención insultar a nadie, estoy profundamente decepcionado de este lugar. Calbuco está estancado, esa es mi conclusión, y paso a describir el por qué.
Es una comuna de más de treinta y cinco mil habitantes, que tiene un banco (¿monopolio?), que a su vez tiene la mayor parte del tiempo dos cajas funcionando; tiene una comisaría, ubicada dentro de la isla, por lo que, si alguien bloquea el pedraplén, deja sin el resguardo policial a todo el sector continental; tiene un supermercado (¿monopolio?), que al igual que el banco, tiene en general dos o tres cajas funcionando, seis estacionamientos habilitados en subterráneo; tiene una plaza de armas sucia, llena de cemento, pequeña, sin grandes áreas verdes, sin madera nativa, sin una pérgola, algo que se aleja notablemente de lo que el turista espera ver, y lo que creo que el calbucano se merece, del centro cívico de la ciudad de las aguas azules. Tiene un torreón (el símbolo de la ciudad) al cuidado de un particular, en pésimo estado y lleno de grafitis. Tiene una notaría (¿monopolio?). Tuvo uno de los principales accesos a la ciudad, y la vía más rápida de salida de las ambulancias del hospital, cerrada por casi un año.
Tiene unas calles estrechas, que se hacen más estrechas aún gracias a los vehículos estacionados en doble fila, radiotaxis que frenan en seco en medio de la pista, camiones que conducen en contra del tránsito como regla, y contenedores de basura instalados cada cien metros. Tiene un mercado que afuera parece una simple bodega. Es el dato del calbucano que le informa al turista que se está en presencia de un mercado. Y al entrar, uno se encuentra con un olor fétido, y dos o tres puestos de pescados y mariscos. Cuando lo que debiéramos tener es un mercado hermoso, grande, lleno de puestos de productos del mar, de artesanías locales, de restaurantes sirviendo curantos, de frutas y verduras del campo, etc. Tiene una ciclovía de doscientos cuarenta metros de largo, algo inútil para un medio de transporte como es la bicicleta. Tiene al primer archipiélago del sur de Chile a su alrededor, hermosas islas, hermosas playas, y un turismo inexistente.
Ya dentro de mi área, tiene un Cesfam que da siete u ocho horas diarias de morbilidad para la atención de toda la población urbana. La gente tiene que levantarse a las 5 de la mañana para alcanzar uno de esos cupos. Para explicarlo de manera simple, la morbilidad es la atención de las consultas médicas ambulatorias, como un dolor de una articulación, un dolor de cabeza, etc. Lo que en mi opinión es el pilar de la atención primaria de salud, pero como la morbilidad no está dentro de las metas (o sea, no da plata), no dan horas para aquello. En un Cesfam de Peñalolén en Santiago, donde yo trabajé antes de vivir acá, existían por lo menos cuarenta cupos de morbilidad al día. Tienen toda la infraestructura para iniciar el funcionamiento de un SAPU (que actualmente no existe), que podría resolver las pocas horas de morbilidad que se dan, pero prefieren ocuparlo como box de podología. Durante gran parte del verano, contaron con un solo médico. Y extrañamente, tienen la idea de pedir otro centro de salud primaria en Texas o Puluqui, cuando el único que tienen funciona como lo describo. A su vez, por culpa de las pocas horas médicas del Cesfam, tienen un servicio de urgencias lleno de personas que consultan por motivos que de ninguna manera corresponden a una real urgencia, lo que termina demorando la atención de las personas que realmente lo necesitan.
Tienen una población que vive el día a día, que se queja de cosas banales, y se conforma con el Calbuco que describo, estancado hace años. Y a pesar de todo lo anterior, votaron nuevamente por un alcalde que ocupa el cargo hace más de 26 años.
JAVIER E. FAÚNDEZ SALAZAR. Médico EDF Hospital de Calbuco. Servicio de Salud del Reloncaví.
Paralizaciones y educación
Mediante la presente, deseo felicitar a Don Pablo Baeza, seremi de Educación de la Región de Los Lagos, quien en este medio indicase que las paralizaciones impiden a los estudiantes ejercer su derecho a la educación.
Si bien las palabras del Sr. seremi resultan de perogrullo, no dejan de ser muy oportunas, dado la vacilación y poco claridad de las diversas autoridades de educación respecto a los paros y tomas que ocurren en nuestras escuelas. Y también considerando que dichas estrategias han sido comunes en los últimos años, no sólo por los estudiantes, sino que también, lamentablemente, por parte del gremio docente. Sólo resta esperar que ante eventuales nuevas manifestaciones de alumnos y docentes que perturben, erosionen y le hagan perder constancia y rigurosidad al año escolar, las acertadas palabras de Don Pablo Baeza sean recordadas.
IVÁN M. GARAY PAGLIA. Director Ejecutivo Cheque Escolar.