Ancianos olvidados en los hospitales
No puede dejar de conmover y preocupar la insensibilidad y descariño filial hacia aquellos padres que sufren esa ignominia.
Desgarradora la noticia del reportaje del domingo recién pasado, que informaba que en los hospitales de la provincia hay 34 casos de personas ancianas olvidadas de sus familiares.
Tal información es muy triste; no hace bien y no puede dejar en la indiferencia.
El Padre Eduardo Tampe, capellán del Hogar de Cristo, es el más conmovido con esa crónica, acaso por su cercanía y preocupación por la ancianidad desvalida. Recalca que no podemos olvidar que "el pobre es Cristo: cada vagabundo, cada mendigo, cada anciano, es Cristo en persona que carga su cruz; y como a Cristo debemos amarlos y ampararlos. Los hijos que se olvidan de sus padres, olvidan que algún día tendrán también necesidades".
El texto evangélico invita a tratar a los demás con respeto y amor. Las consecuencias de este modo de pensar y sentir son enormes. Ante todo, en cuanto a la dignidad de cada persona. Una dignidad que no puede ser medida por ninguna escala de valores, porque la dignidad de la persona humana es definida por la referencia a Cristo, como lo recalca el sacerdote jesuita.
Asimismo, el pensamiento evangélico enfoca el gran rol que asume la existencia en bien del prójimo y, por supuesto, con respecto a los progenitores.
"La vida está hecha de pequeños gestos, donde se dirimen valores extremadamente grandes, como la relación con Jesús y por lo mismo nuestra relación con Dios. Un vaso de agua fresca dado con amor tiene un valor inmenso ante Dios", puntualiza el religioso.
La sociedad de estos atribulados tiempos exalta la riqueza como un triunfo, el prestigio como un ideal y el poder como la principal ambición.
"La mecánica de hoy en día -no lo olvidemos- es la del príncipe de este mundo: "mentiroso y homicida desde el principio". Es decir, una actitud que se revela en acciones contra la persona humana y contra las relaciones de fraternidad que deben existir entre los hombres", reitera el capellán del Hogar de Cristo.
No puede haber más que felicitaciones para el personal del Hospital de Maullín, que se ha propuesto revertir esta triste situación. Ellos están recibiendo ancianos provenientes de otras localidades y les entregan el cariño que sus familiares les han negado.