San Lucas nos narra que los saduceos, que no creían en la resurrección, intentan atrapar a Jesús con una pregunta capciosa: ¿Cuándo una mujer casada con varios maridos, de quién sería la esposa en el mundo futuro? Jesús les responde acentuando la realidad de la resurrección, donde ya no será necesario el matrimonio, cuya necesidad es sólo para la vida presente. Jesús les recuerda que Dios no es un Dios de muertos sino de vivos, de modo que para Él todos viven (cfr Lc 20, 27-38).
En el fondo, Jesús quiere destacar la esperanza que tenemos todos los cristianos en la creencia de un mundo mejor, más allá de esta vida.
¿Cómo será la resurrección de los muertos? Es algo que no sabemos, pero que aceptamos como una verdad de fe. Lo importante es prepararse para merecer vivir eternamente junto a Dios. ¿Qué debemos hacer, mientras estamos de paso en este mundo? Jesús nos invita a creer, a mantenernos firmes en la fe, y tratar de seguir sus enseñanzas. En este sentido, lo que hagamos en la vida presente incidirá de algún modo en la vida futura. Por eso es importante prepararse adecuadamente, buscando en la vida la voluntad de Dios.
Dios que nos ofrece una vida mejor, sabe y conoce nuestras debilidades. Por eso, aún en medio de las tentaciones, nos dará las fuerzas para continuar en el camino de la fe, buscando vivir en la verdad y el amor, y nos fortalecerá en los momentos de dificultad. En este camino hacia la vida eterna, somos invitados a rezar para que el Señor los libre de todo mal y de todo peligro que podamos encontrar en la vida. Por ser sus hijos, Dios nos ayuda para luchar contra el mal, de modo que nuestra confianza está puesta en Él, que nos dará el don de la perseverancia (cfr 2 Tes 2, 16-3, 5).
Nuestro camino, nuestra vocación es llegar a compartir la vida plena en Dios. Esto significa que la vida en sí, teniendo una dimensión temporal, también debe ser vista en su dimensión trascendente. Somos llamados a comprometernos a luchar por un mundo mejor, a pesar de nuestras debilidades, y, a la vez, considerando que lo que hacemos hoy, a través de gestos y de actitudes, será tenido en cuenta en el momento del juicio definitivo. Pidamos al Señor, para que reavivemos nuestra esperanza, para que seamos personas que creen realmente en la promesa de Jesús y no sólo tengamos puesta la mirada en las cosas temporales. Que el Señor nos ayude a tener una profunda esperanza, sin dejar de buscar una conversión sincera.
Pbro. Dr. Tulio Soto. Vicario General del Arzobispado de Puerto Montt.