Ese mar que tranquilo… estaba
Rina X. Hidalgo Melo
Periodista y Técnico
en Cocina Internacional
El mes pasado se entregó el informe de la comisión designada por el Gobierno de Chile para esclarecer las causas del brote de Marea Roja en Chiloé. Luego de eso, se hace evidente que las nuevas metas de explotación de los recursos marinos, deben obedecer a un lenguaje cercano a la tradición y al folclore regional, para comunicar en forma rápida la normativa existente y corregirla según las realidades de ese sector productivo.
La sustentabilidad se ha vuelto la alcancía de las ciencias, del tiempo, de los plazos, de los fines. No hay estrategia de explotación de los recursos naturales de los países desarrollados en los que esa herramienta no sea el catalizador de la innovación comercial. Sus razones parecen urgentes. Chile se ha propuesto en la última década ser una "Potencia Alimentaria". Es un eslogan presidencial. Pero, ¿qué significa eso dentro de un contexto donde el centralismo político y económico es la principal barrera para el desarrollo agrícola?
Varias estrategias aparentan rescatar fortalezas arraigadas en las regiones productivas del país. Eso supone, a su vez, estudios de inversión, educación y fomento sobre factores de protección de un patrimonio cultural agrícola, ligado a los estilos de vida y supervivencia de grupos humanos vinculados a territorios. Y todos comienzan en la pirámide de la subsistencia: tratar de factorizar la recolección nativa, porque les permite subsistir estacionalmente en su vida campesina o pesquera, según sea el caso. Sin embargo, este método que pretende actuar de forma cultural y anímica, dándole un valor a la identidad, es insuficiente como lenguaje. Ya que, erróneamente, utiliza los argumentos de la ingeniería y la economía para abordar la tradición, el folclore y los oficios.
Por ejemplo, estamos en una etapa donde se busca el incremento del valor del salmón chileno en la bolsa internacional bajo el precepto de "sustentabilidad y cuidado al medio ambiente". En ese sentido, ¿por qué Chile está dispuesto a vender o arriesgar el patrimonio marítimo de su gente por plazos que eran indefinidos y ecológicamente irreversibles?
En las últimas dos décadas, Chile se consolidó como el primer productor mundial de trucha y el segundo de salmón de cultivo, con exportaciones de alrededor de US$ 3.5 mil millones, las segundas después del cobre, llegando a más de 60 mercados. No obstante, con la irrupción del virus ISA en 2007 significó una caída en la producción del 40% y un 50% en las exportaciones, perdiéndose 20 mil puestos de trabajo. Eso dejó en evidencia las debilidades de la industria nacional y los desafíos futuros. No se entendió, o no se quiso entender, el contexto de vida de los habitantes insulares.
El lenguaje de la vida
Explicarle la forma de vida de un chilote, de un isleño, a un capitalino, que simplemente va a la tienda de al lado sino encuentra tomates en una, es sin duda lo más difícil. Pero lo más importante también, para sensibilizar a las autoridades centrales, y para que la autoridad comprenda.
Si usted vive en una isla, la última frontera es el mar. Si usted vive en su isla, su tiempo es el de las mareas. Y si es feliz con su forma de vida, sus vecinos (que casi todos tienen su mismo apellido), la seguridad local; entonces el mar es su Dios protector. ¿Necesita un puente que lo vulnere?, ¿o sólo necesita traer a su isla las cosas que no tiene?
Las personas continentales muestran gran confusión, por la cantidad de personas que parecen haber emergido de la isla, tras la crisis del salmón y volver a tocar el tema del Puente Chacao, por ejemplo. O la poca trascendencia que tiene el bono presidencial para los afectados, pues en los petitorios de dinero que es lo que más apremia, no se relaciona en forma mediata e inmediata con la salud del mar. La deuda eterna con la Isla de Chiloé y la Patagonia insular radica en la necesidad de que se establezcan sobre la isla recursos sociales para que la vida no sea un sacrificio, sino un derecho. La idea es que la cultura chilota, abalorio patrimonial del país y el mundo, no se pierda, con la creciente migración de la juventud al continente.
En la Región de Los Lagos se vive en islas e islotes, se vive de la pesca, la recolección y la pequeña agricultura estacional (no hay todo el año de todo) se vive y se come de lo que hay. Si la mar está mala (clima adverso), el pescador no sale a trabajar. Va la mujer a recolectar algas, y se come marisco ahumado curanteado, se comen caldos, y trozos de carne ahumada, y verduras de huertas espontáneas de los ríos y vertientes. Y existe: "el me dan", donde los vecinos "le dan", si no tiene "algo". Existe "la minga", que son trabajos en colaboración de amigos, familias y vecinos, porque en una isla, además del mar, lo más valioso es el prójimo... y así las iglesias centenarias, donde nos vemos, cada fiesta religiosa, que más que una deuda con Dios, son celebraciones para compartir un mate y un enmurtado. Y si nos morimos, rezamos "una novena" (nueve días) y comemos y nos reímos, y lloramos. Y nos vemos, porque viajamos de isla en isla con "la chicha", la papa. Y si no nos vemos ahí, es que estamos enfermos. Y alguien nos irá a cuidar. Y si es invierno, creceremos un chancho para un "erretimiento", y pasamos abrazados, queriéndonos. Porque el mar es vida... cuidarlo es su máximo anhelo, y están dispuestos a trabajar con la sustentabilidad que habla su lenguaje.