El viernes, se inició el plazo legal de propaganda electoral, y en rigor - nueva ley mediante-, partió la campaña de cara a las Municipales del 23 de octubre. El dato no es menor, porque hasta ahora, ya ha implicado un desafío mayor, sobre todo para los candidatos nuevos, que han debido sortear este período, ingeniándoselas para darse a conocer sin vulnerar la ley.
El hecho, ciertamente ha molestado a los candidatos, porque sienten que no compiten en igualdad de condiciones con respecto a las actuales autoridades; pero ha sido muy bienvenido por la comunidad, que casi no se ha dado cuenta que estamos ad portas de una elección. Todo lo anterior, en cuanto a la visibilidad y la contaminación visual.
Porque una cuestión aparte, es lo que tiene que tiene que ver con la importancia de la elección, con la necesidad de cambiar la forma en que hasta ahora se hace la política y con la profunda crisis de credibilidad que justamente ostenta la clase dirigencial, lo que redunda en una alta apatía y que de seguro se traducirá en una crisis de representatividad. En consecuencia, es tiempo de tomarse con la mayor seriedad el proceso eleccionario, partiendo por los propios candidatos, quienes deben elevar el nivel de la discusión, y no caer en la descalificación y las persecusiones antojadizas de fantasmas que sólo ellos ven. Es tiempo de hacer propuestas, de pensar en la ciudad de los próximos cuatro u ocho años, y atender las demandas de los ciudadanos empoderados.
Claramente las estructuras partidarias no tienen ninguna relevancia para la ciudadanía, basta ver la última encuesta El Llanquihue-Universidad de Los Lagos para constatar aquello. Mientras es evidente que esas figuras nacionales de la política hoy no suman votos como antaño (más bien los restan), porque no son los referentes que el electorado quiere que se replique en su comuna, porque hoy el ciudadano está más informado, conoce sus derechos y aspira a más. Y no porque todos se hayan puesto de acuerdo en aquello; sino porque es la demanda natural de un país que llegó a un estado de confort importante, donde lo que viene ahora es dar el gran salto hacia el desarrollo, y no quedarse en el conformismo de antes. Ya no hay que derrotar la pobreza, los campamentos o el analfabetismo; ahora hay que tener sueldos dignos, vivir con condiciones de seguridad propias de nuestro actual estado y acceder a una educación de calidad; por dar un par de ejemplos. Y esa lógica, se debe llevar a esta pequeña república que es el municipio, donde las autoridades deben ser capaces de leer adecuadamente las demandas actuales y responder con creatividad a los ciudadanos del Siglo XXI, que da la impresión, evolucionaron más rápido que nuestros líderes políticos.