Si hay algo que debe preocupar, -y que conmueve y desgarra el alma-, es el dolor y la impotencia ajena de la pobreza y el desamparo. Descarnadamente manifestado en la crítica y apremiante situación que están padeciendo en Calbuco decenas de modestas familias, que desde hace semanas se encuentran sin trabajo, a raíz de la crisis económica desatada en la salmonicultura, por efectos del fenómeno de las algas nocivas que diezmaron sus centros de cultivo, como también por la Marea Roja, el sector pesquero y mariscador; este último auxiliado con ayuda gubernamental.
Sin embargo, todo ha sido más duro, complicado y desalentador para la gente que quedó cesante por el desastre salmonícola, rubro que paulatinamente se va recuperando y, por consiguiente, abriendo esperanzas de recontratación laboral, como se ha anunciado.
Pero, en estos momentos, ahora mismo, la emergencia que afrontan las familias afectadas es alarmante. Como El Llanquihue lo acaba de apreciar en Calbuco, donde las personas cesantes y sus hijos, ya sin dinero, han debido dejar las viviendas que arrendaban, recurriendo a tomas de terrenos para sobrevivir; mientras que para alimentarse deben enfrentar aún más tristes incertidumbres, dependiendo de las ollas comunes que se sostienen con la solidaridad de los más humildes.
En este mes de agosto solidario e invernal, casos sociales como éste adquieren su más cruda y rigurosa dimensión. Y tras la reflexión, la conclusión no es otra que reaccionar de manera urgente tendiéndoles la mano a los damnificados, desde el sector gubernamental y la comunidad misma. Lo que se puede ir haciendo efectivo desde los canales implementados para emergencias y con la organización de ayudas de buena voluntad.
Y en cuanto a las tomas, -habiendo conciencia de que no es el camino acertado para llegar a la digna casa propia-, las autoridades del rubro hacen un llamado a la gente a organizarse formando comités, para así dialogar adecuadamente y en conjunto proponer las soluciones y manera de alcanzarlas.
No podemos seguir siendo espectadores del sufrir ajeno. Protagonicemos la operación socorro.