Otro suceso histórico-cultural, sin duda, ha significado, una vez más, la presencia en Puerto Montt del célebre arqueólogo estadounidense Tom Dillehay, descubridor en 1977 del sitio prehistórico local en Monte Verde, que revela los primeros vestigios de vida humana en el continente americano, con una antigüedad que sobrepasa los 18 mil años. Y que ahora ha llegado acompañado de una delegación de científicos argentinos, que han venido a participar en el I Seminario de Arqueología de la Patagonia Chileno-Argentina.
Lo primero que hicieron los visitantes trasandinos fue conocer la zona del sensacional hallazgo en las inmediaciones del estero de Chinchihuapi en Monte Verde. Y cuyo guía fue ni más ni menos que mismísimo autor del descubrimiento, quien, a falta de las evidencias a mano, aportó abundantes detalles de la proeza, que ha seguido entregando reliquias todavía más pretéritas.
A la luz del intercambio de información arqueológica patagónica -hallazgos de Bariloche y Monte Verde-, sus protagonistas coinciden en que aquellos primeros habitantes americanos tenían características nómadas, con desplazamientos en la zona patagónica de Chile y Argentina, y acaso también en otros países aledaños. Lo que indica la similitud de las piezas prehistóricas encontradas en los sitios intervenidos. Frente a lo cual se barajan distintas teorías, pero que al final convergen en vinculaciones transcordilleranas de estas primigenias civilizaciones.
Todas estas inquietudes, como las referidas al origen de los elementos encontrados, son materia de estos congresos arqueológicos iniciados en Puerto Montt, que marcan una valiosa e indispensable integración chileno-argentina para una investigación conjunta del antepasado americano.
Lamentablemente, esta vez, los ilustres visitantes no palparon desarrollo alguno del sitio de Monte Verde. No había Museo, que mostrase los cientos de reliquias encontradas, ni el complejo que recrea aquellos primeros asentamientos humanos. Sólo un páramo y un estero. Todo muy distante de la proyección cultural y turística que se aspira para Puerto Montt de la mano de este inigualable tesoro arqueológico. Paradójicamente, descubierto, pero aún escondido.