Bajo el lema "Una nación, más que la tierra, es una misión que cumplir", se ha dado inicio al Mes de la Solidaridad, que este año estará centrado en el llamado a cuidar la casa común, en tiempos donde se vive una crisis de confianza, de legitimidad e individualismo. Así lo precisó el cardenal Ricardo Ezzati, cuando dio el vamos a una actividad que se ha desarrollado con éxito en el país durante los últimos años.
Es indispensable que el dolor ajeno nos conmueva y nos movilice para construir una patria más justa y mejor para todos. Lo mismo en nuestras ciudades: si actuamos como cuerpo, todo será mucho mejor. En realidad se trata de una actitud que debiera estar siempre entre nuestros objetivos, pues nos hace más grandes y mejores personas. La solidaridad, entendida como la adhesión o apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles, nos distingue para bien en un mundo donde prima el individualismo y la ceguera ante la diferencia y los problemas del otro.
San Alberto Hurtado tiene un legado inspirador al respecto. Una de sus frases sostiene lo que sigue: "Mi misión no puede ser solamente consolarlos con hermosas palabras y dejarlos en su miseria, mientras yo como tranquilamente y mientras nada me falta. Su dolor debe hacerme mal: la falta de higiene de sus casas, su alimentación deficiente, la falta de educación de sus hijos, la tragedia de sus hijas. Que todo lo que los disminuye me desgarre a mí también".
El mensaje es inspirador y llama incluso al necesario dolor que debe provocarnos la tragedia de nuestros hermanos. Ello debe inspirarnos en lo social y espiritual para bien de miles de chilenos que no lo pasan bien. Por lo anterior, la solidaridad no puede ser un concepto de moda, o uno más de los elementos una sociedad anestesiada que busca expiar sus responsabilidades de alguna forma. La solidaridad es un entender y un hacer la vida que debe estar presente de manera permanente. No se queda en las fechas simbólicas, ni en algunas ocasiones, sino que debe determinar nuestras existencias como una prioridad.