Con motivo de enfermedades graves, se piden cadenas de oración (p.e., con motivo de los trasplantes de Jacinta Zañartu y su recuperación).
En general, se confía en el poder de la oración, pues toca el corazón de Dios. Jesús mismo dijo que "todo el que pide, recibe; el que busca encuentra; y al que llama se le abrirá" (Lc 11, 10). Pero, nos cuesta hacer silencio y darnos tiempo para orar en medio del quehacer diario o, a veces, podemos desconfiar de la eficacia de la oración.
Al ver a Jesús orando, uno de sus discípulos le pidió: "Señor, enséñanos a orar". Y Jesús les enseñó el Padrenuestro, no tanto como una fórmula a repetir sino como una escuela de oración, que comprende: la invocación de Dios como Padre (en arameo, Abbá , que significa "papacito"), la glorificación de su Nombre, su Voluntad, y la venida de su Reino a nosotros. También, se pide lo necesario para nuestra vida: el pan, el perdón de los pecados y la victoria sobre la tentación y el maligno. En las peticiones del Padrenuestro nos hacemos parte de la causa de Dios y de la causa del hombre. Expresamos nuestro amor a Dios y a su pueblo. La oración requiere fe, humildad, perseverancia (como la insistencia del amigo inoportuno que va de noche a pedir pan para atender a una visita) y dejar las cosas en manos de Dios.
Un gran ejemplo de intercesión es el de Abraham que, en un conmovedor diálogo con Dios, llegó a pedir el perdón para Sodoma (la ciudad tristemente célebre por su inmoralidad sexual), si se encontraban diez justos en ella (cf. Gen 18,20-32). También, nosotros pedimos perdón al Padre por su Hijo Jesús, el único Justo, comprometiéndonos a perdonar a los que nos ofenden. Recibir el perdón de Dios y darlo a los demás es la condición esencial para vivir en paz y reconciliados. ¿No es esto lo que está faltando en Chile y en el mundo, cuando se piensa que basta la verdad y la justicia?
La oración de Jesús, el Hijo, y la de sus discípulos, "hijos en el Hijo", se dirige a Dios como Padre y se orienta hacia la realización de su Reino.
Si los padres de la tierra dan cosas buenas a sus hijos, ¿cómo Dios que es Padre no va a atender la oración insistente del hombre, concediéndole lo que es bueno por excelencia para él, a saber, el Espíritu Santo? (cf. Lc 11,13). El Espíritu -que es Amor- viene en ayuda de nuestra debilidad, dándonos luz y fuerza para hacer lo que agrada a Dios y hace bien al prójimo.
Cristián Caro Cordero. Arzobispo de Puerto Montt.