Ha fallecido un ejemplar puertomontino -connotado intelectual, profesor, académico, filósofo y escritor-, Ciro Eugenio Schmidt Andrade, nacido en 1941 en este puerto, víctima de una rebelde enfermedad, de la que no pudo recuperarse en su estadía en Quilpué.
No hace mucho, lanzó privadamente uno de sus últimos libros -"En tus manos, Señor"-, que su resentida salud le impidió hacerlo de manera pública.
De profunda espiritualidad y granítica fe cristiana, Schmidt fue un sembrador de la palabra de Cristo, fraterna convivencia y buena voluntad, como de hondas convicciones morales y virtudes solidarias, tanto en sus actividades magisteriales en el Colegio San Javier (donde estudió en su juventud), como en otras aulas del saber, donde era muy querido por sus alumnos, de los cuales fue además un noble consejero y orientador, sobre todo para aquellos que necesitaban de su apoyo siempre generoso, estimulante y comprensivo.
Junto a la docencia, Ciro Schmidt destacó también por su prolífica creatividad literaria sobre temas de raigambre religiosa y evangélica, siendo también un relevante columnista del Diario El Llanquihue, cuyos artículos incluían siempre un mensaje conmovedor y de reflexión interior.
En sus últimos años, menguadas sus fuerzas, Schmidt procuraba abandonarse en las manos del Señor, como se revela en su más reciente obra. Una entrega que le fue "difícil, especialmente en salud, y pese a lo cual también surge como fuente de paz, de alegría, de reflexión, sobre mi vida, sobre todo por el largo tiempo vivido y compartido en mi ciudad Puerto Montt, a la que recuerdo siempre con cariño y nostalgia". Fue su respuesta a uno de nuestros correos, para felicitarlo por su fecunda labor literaria, filosófica, educativa, religiosa, a través de libros publicados tanto en Chile como en el extranjero.
"La vida también se enriquece en el crisol de la prueba", el lema que refulge en la portada de su libro "En tus manos, Señor", refleja esa intuición y anhelo de estar en esa compañía sobrenatural, cuando ya se ha cumplido una misión de existencia. Divinos brazos que, de seguro, ya lo estrecharon y acogieron -paternales- en su infinita bondad y misericordia.