Con la temprana masiva participación juvenil, en el Vía Crucis por la carretera hacia los pies del Monte Calvario en Puerto Varas, entre otras actividades devocionales, Puerto Montt cumple en este día con su tradicional adhesión al Viernes Santo, que es una de las principales celebraciones dentro de la Semana Santa con que la cristiandad conmemora la muerte de Jesús de Nazaret.
De acuerdo a las directrices de la Iglesia Católica, -en reconocimiento y respeto a este suceso de redentor sacrificio de Cristo- la de hoy es una jornada de abstinencia y ayuno. Lo que equivale -según esas instrucciones- a consumir solamente líquidos o una única comida sólida al día, renunciando a la carne, que se puede reemplazar por pescado, lácteos, huevos y productos de grasa animal.
Lo principal es que en este día sagrado el alma esté dispuesta a la reflexión, la abstinencia y el arrepentimiento, tal cual lo reitera el llamado pastoral. Con una humilde y contrita mirada hacia el crucificado, para no repetir nuevas crucifixiones pecando y olvidándolo. Para dejar de agredirlo desde la criminalidad y el delito, la violencia contra la mujer y los indefensos, la desintegración familiar, el irreverente desenfrenado trato a la sexualidad, el culto desproporcionado al perfeccionamiento corporal, la codicia por el poder y el dinero, la indiferencia frente a la pobreza, las injustificables desigualdades sociales y tantas otras imperfecciones humanas, que hacen todavía más doloroso el redentor sacrificio de la cruz. Pero, que con un cambio de vida, lavando el espíritu con la sangre derramada por Jesús desde el madero, se puede confirmar con certeza que su muerte no fue en vano, sino que un camino de esperanza para resucitar -como Él- a una existencia de verdadera y plena felicidad.
El olvido de Dios, la violencia, el egoísmo, la deshonestidad, la avaricia, y tantas otras limitaciones humanas, siguen amenazando con nuevas crucifixiones. No obstante, Dios y su Hijo -en su infinita misericordia-, así hoy reconocido, no escatimarían el perdón a quien se arrepiente y anhela enmendar rumbos en aras de una existencia más apegada a los grandes valores del amor fraterno, la paz, la solidaridad, el entendimiento, el respeto, la fe y la gratitud.