La edición sabatina de El Llanquihue, dio cuenta de un problema que ya no sólo afecta a la industria turística de Puerto Varas, sino que a la población de la comuna lacustre en general. El verano ha colapsado la ciudad, y ya no sólo cuesta desplazarse, sino que no son pocos los que observan con preocupación que la "capital turística del sur de Chile", como le han dado en llamar, está desperfilándose.
Porque basta con recorrer el centro para advertir que la otrora ciudad de los jardines cuidados y de la ornamentación con buen gusto; hoy está dando paso a sinnúmero de vendedores ambulantes, que no sólo sobrepoblan sus estrechas calles y veredas, sino que además compiten de manera indebida con el comercio formal y establecido. Si a ello sumamos la instalación de carpas para pernoctar en plena costanera, con baños químicos incluidos en la vía pública; completamos una imagen que no debiera ser la que aspira a proyectar una ciudad turística como la comuna lacustre.
Puerto Varas, además, se había ganado con méritos propios, la condición de ciudad con un alto estándar de calidad de vida; pero si sólo consideramos los actuales tiempos que sus habitantes destinan a desplazarse, por los interminables tacos que se producen y que tienen como ícono los kilómetros de espera que deben aguardar los turistas que vienen desde Ensenada a la ciudad; se daña aquella imagen que tanto había costado construir.
Ahora, si proyectamos este fenómeno estival a lo que pudiese suceder con el impacto vial que se debiera producir por la decena de edificios en construcción; tenemos un panorama complejo de mejorar en el mediano plazo, en beneficio de la comunidad.
Puerto Varas está en el momento justo para planificar en serio su desarrollo, normar una serie de situaciones como las descritas, y así proyectar la ciudad de una manera sustentable; antes que sea demasiado tarde.
Los ejemplos abundan de ciudades que se "sobrevendieron" y dañaron su principal activo, como puede ser la tranquilidad, la calidad de vida y el respeto por el entorno.