Cultura del silencio o de la algarabía
"La población puertomontina aboga, con fervor, para que estos inspirados planes de las autoridades y porteños que los apoyan, se lleguen a materializar en el plazo adecuado" "El ruido y algarabía son la negación de espacios reflexivos, de diálogo y de encuentro con otro"
Existen formas variadas de atentar contra la dignidad de la persona, unas más graves que otras, pero todas dirigidas a menoscabar la dignidad del otro. El ser humana exige, por el hecho de serlo, respeto por todo lo que es en diversos niveles de realización, desde el meramente corporal hasta aquel que es singular y propio de esferas superiores del yo, más teniendo en cuenta que todos se entrelazan formando un todo, una unidad integral que, como tal, es exigencia y apelación a los demás. En algún momento he reflexionado sobre la dignidad de la vida en todas sus formas y en la integralidad de ella. Hoy me interesa referirme a un aspecto singular que aunque tiene raíces en su corporalidad, finalmente es esencial a su unidad interior. Vivimos en una sociedad que se caracteriza por ruido incesante y por ausencia de espacios de silencio. Los ejemplos serian muchos: el joven que se pasea por la playa con una radio con el máximo de su volumen o en un automóvil con ventanas abiertas y llamando la atención por su equipo musical, las fiestas en las que es imposible conversar, las bocinas que se usan contra todo criterio de respeto. A ello se suma nuestro propio ruido interior que nos aturde en el cada día y en preocupaciones que muchas veces resultan banales frente a otras que dejamos de lado. Pareciera que tenemos miedo al silencio, pues este nos abre a espacios íntimos y del mundo que nos rodea y que nos negamos a escuchar, por los cuestionamientos que puede implicar. En nosotros mismos se presentan preguntas que merecen respuesta sobre el sentido de vivir, del bien, del mundo que nos rodea… Están los otros cuyo rostro es una interpelación a no mirarlos con indiferencia, está el mundo de las cosas cuya voz desconocemos.
El ruido y la algarabía son negación de espacios de reflexión, de diálogo significativo, de encuentro con el otro, de admiración por el mundo que nos rodea, como lo hace Neruda en sus odas elementales. Solo hay dialogo con estas realidades cuando el silencio posibilita el escuchar. Si estoy pleno de ruido interior como voy a escuchar, Si me invade el ruido del ambiente para escucharme o escuchar al otro tengo que gritar. Si quiero escuchar debo dar espacios al silencio. Esta incapacidad se muestra, con frecuencia en programas de televisión en los que cada uno al escucharse solo a sí mismo no posibilita la expresión del otro y en los que el mismo conductor no deja terminar una idea ocupando espacios que corresponden a los entrevistados.
Ciro E. Schmidt Andrade. Profesor, Académico y Escritor.