Aún no estamos preparados. Así de simple. El terremoto 8,4º Richter del pasado miércoles a las 19.54 horas, el más fuerte e intenso que ha vivido el planeta durante este 2015, desnudó esos pequeños detalles que dan cuenta de cómo se debe controlar y actuar ante una emergencia.
Ejemplo de ello fue lo vivido por cientos de clientes de un supermercado Lider, ubicado en la Región Metropolitana, donde sobran calificativos para dar cuenta de la irresponsable respuesta de los administradores. Mientras aún la tierra se movía, y con el aparente fin de evitar que los clientes huyeran del lugar sin pagar sus productos, las cortinas metálicas estaban instaladas, impidiendo la obvia y lógica evacuación de la gran masa de personas.
Las imágenes viralizadas por Internet y la televisión son estremecedoras. Se ve en el rostro de esos hombres, mujeres y niños la angustia, el temor, el pánico y la desesperación por la antinatural decisión de impedir la rápida salida del lugar.
El Servicio Nacional del Consumidor, a través de su director nacional, Ernesto Muñoz, repudió lo acontecido, y calificó la conducta de la empresa como "inaceptable", ya que atentaron contra la "dignidad, integridad y seguridad de las personas, más en una situación evidente de vulnerabilidad en donde está en juego su vida". Por ello, interpusieron acciones legales en contra de la cadena Walmart , la que a su vez, reaccionó anunciando una "investigación interna".
El trauma del 27/F sigue fresco. Hablar del Shoa o la Onemi aún genera desconfianza en la mayoría de los chilenos. Como sea, desde esa desgraciada fecha, los entes estatales han buscado fórmulas para optimizar la reacción ante emergencias, lo que ha motivado una serie de evacuaciones preventivas, tal como fue en el caso del terremoto de Iquique, en abril de 2014, donde todo el borde costero de Chile debió ser deshabitado.
La tarea pendiente no es tan difícil. Apela a la humanidad, a poner en su correcto lugar el valor por la vida, por sobre cualquier bien material.