En el cumpleaños de la Patria que celebramos hoy, es necesario reflexionar respecto del momento que vivimos como sociedad y de la coyuntura en que se encuentra Chile. Y en aquel sentido, hay que admitir que el escenario no es de los mejores. Porque sin darnos cuenta, hemos derivado en una sociedad individualista, donde aparentemente estamos más empoderados, levantando la voz en redes sociales; pero sin comprometernos mucho más allá en causas comunitarias o vecinales. Más bien adherimos a movimientos amplios o a tendencias que responden a intereses puntuales, más que a cruzadas cotidianas. Mientras que en lo político el momento es aún más complejo; la crisis de confianza y liderazgo está desatada.
Y cuando hablamos de ambos conceptos, apuntamos a dos aspectos sumamente profundos y fundamentales de la convivencia nacional. Porque cuando nos referimos a la falta de confianza, no sólo estamos pensando en líderes políticos que han caído en descrédito producto del financiamiento irregular de sus campañas; sino también en las instituciones, como el Congreso por ejemplo; pero también aquellas que hasta hace poco eran el bastión moral de la sociedad, como la Iglesia. Y si nos adentramos en el detalle que revelan las recientes encuestas, podemos constatar que la credibilidad se ha visto afectada en diversos organismos relevantes para la paz social. Pero el tema adquiere mayor gravedad y notoriedad, al advertir que no sólo no tenemos en quién creer institucionalmente hablando, sino que tampoco hay a quienes seguir; y no sólo en lo político, sino que en el más amplio sentido de la expresión del guía, del faro o referente en el cual apoyarnos.
Los "nuevos liderazgos" que se supone habían surgido en el último tiempo se fusionaron con la masa o la institucionalidad, y ya no son los referentes de antes. En otras causas como lo religioso, ideológico o nuevas tendencias, resulta más sencillo identificar al grupo, más que al vocero, que se diluye en medio del colectivo.
Es decir, se ha instalado una apatía de participación preocupante, porque todos dicen mantenerse activos socialmente en causas que funcionan bien en Internet o en redes sociales, pero que son difíciles de encauzar a través de las organizaciones formales; mientras son cada vez menos los que están dispuestos a destinar parte de su tiempo, para estar al servicio de terceros.
El individualismo nos está haciendo egoístas como sociedad, los escasos liderazgos no alzan la voz para enmendar el rumbo, las instituciones carecen de prestigio y la política simplemente vive uno de sus peores momentos. En consecuencia, en el cumpleaños de la Patria, bien le vendría una cuota de unidad, de mirada de largo plazo y de convicción sobre las causas comunes, para recomponer lo mejor de lo nuestro, y que nos hace sentir orgullosos de ser chileno.