Dios es amor
San Mateo nos narra que Jesús envía a sus discípulos a una misión universal, de manera que todos los pueblos sean sus discípulos. El modo es a través del sacramento del bautismo, realizado en el nombre de la Santísima Trinidad: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he mandado" (Mt 28, 18-20). En esta misión evangelizadora no nos deja solos, pues promete su asistencia permanente: "Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). Jesús envía a los discípulos con una tarea muy precisa: hacer que todos los pueblos crean en Él. Ya no se trata de una misión destinada al mundo judío, sino al mundo entero (católica). En esta tarea, tiene una gran importancia la administración del sacramento del bautismo, a través del cual somos renovados en la vida de la gracia, somos liberados del pecado original, nos convertimos en hijos de Dios, y nos transformamos en seguidores del Señor. De este modo, Jesús nos recuerda que el bautismo se debe realizar con la invocación trinitaria: en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Hasta los días de hoy utilizamos esta fórmula en cada bautismo, siguiendo el mandato explícito Señor. En este punto, Dios se revela como Uno y Trino, lo que constituye un misterio de nuestra fe. Por medio de la Sagrada Escritura, descubrimos que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Padre crea, el Hijo nos redime, y el Espíritu Santo nos santifica. Profesamos que Dios es un Padre amoroso, de quien procede la vida y cuida a sus hijos; Dios es Hijo, quien es enviado por el Padre para nuestra salvación, y todo fue hecho por amor hacia nosotros, pecadores; Dios es Espíritu Santo, el amor, nuestro defensor, el que habita en nuestros corazones, el que nos impulsa en la misión evangelizadora. En esta revelación vemos que Dios no es un ser solitario, sino una comunidad de amor. Dios es amor, y lo propio del amor es la alteridad, esto es, necesita expandirse, llegar a otros. Si Dios es una comunidad de amor, nosotros estamos llamados a imitarles en nuestras relaciones cotidianas. Bien sabemos que el amor no es sólo un sentimiento, sino que se demuestra a través de gestos y de actitudes, con el prójimo, especialmente con los más pobres y los que sufren. En pocas palabras, Dios nos llama a vivir cada día el mandamiento de la caridad, en la familia, en trabajo, en la escuela, con los amigos, con todos.
Pbro. Dr. Tulio Soto. Vicario General del Arzobispado de Puerto Montt.