La celebración de la Semana del Patrimonio que, por estos días, se conmemora en Puerto Montt, bajo organización municipal, tiene la virtud de afianzar e incrementar nuestro afecto, consideración y cuidado del patrimonio, que identifica el legado de los heroicos antepasados que echaron las bases de lo que es hoy un promisorio presente.
Debemos reconocer, sin embargo, nuestras debilidades en el cuidado de la herencia patrimonial. Indolencias expuestas, por ejemplo, en las emblemáticas casonas que han ido desapareciendo y en los larguísimos años en que el histórico tronco de alerce denominado "La Silla del Presidente", a la vera de la ruta a Alerce, ha permanecido abandonado y a punto de esfumarse. Sólo que, por fin, ahora ha sido rescatado del olvido para ocupar el sitial que amerita.
Esta semana especial es tiempo propicio para destacar nuestros principales grandes patrimonios, que desde el pretérito iluminan el futuro de Puerto Montt a través del ejemplo de sacrificado y visionario esfuerzo de aquellos precursores que hicieron historia. Sobresalen, entre otros: Monte Verde, por su miles de años de antigüedad y categoría de patrimonio universal; Angelmó y Tenglo, por la identidad que desde siempre aportan a este puerto; los conchales de la isla de enfrente y los fosilizados alerces milenarios de Pelluhuín; la torre campanario de los jesuitas; los barrios símbolos como los del puerto y Chorrillos y Miraflores, junto a Huasco, que recuerda la primera estación ferroviaria de la ciudad enclavada a sus pies.
Es hora de reaccionar con vigor y perseverancia. De demostrar, de una vez, que los puertomontinos sabemos valorizar y cuidar la gran herencia del pasado que nos dio identidad y fuerza emprendedora.
A partir de Monte Verde, -por su trascendencia única-, afinemos la conciencia del debido resguardo patrimonial, que representa nuestro amor a la cultura y el más profundo respeto y gratitud a los forjadores de antaño. Velemos por la integridad en el tiempo de los invalorables testimonios de sacrificado empeño de nuestros antecesores, que -presintiendo a las futuras generaciones- legaron el terruño próspero y prometedor que hoy disfrutamos con tanto orgullo y fe en el provenir.