Comienza el traslado de la última aldea que el terremoto del 27/F dejó en el país
reconstrucción. Yenny y su madre, junto a otras 111 familias damnificadas, recibieron ayer las llaves de sus nuevas casas.
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Durante 20 días seguidos, Yenny bajó hasta la playa con la esperanza de que ese mar caprichoso le devolviera alguna de las tantas fotografías que se llevó sin avisar. Lo hizo, sagradamente, hasta que los rayos del sol le avisaban su retirada y hasta que sus pies arenados le reclamaban un justo descanso. A pesar de su insistencia, no recuperó nada. Ni siquiera aquellas postales que recordaban el rostro alegre de su padre Juvenal, ni esas imágenes que testificaban toda una vida de esfuerzo junto a las redes y los botes.
Pero Yenny no guarda rencores. Ni con el destino, ni con la naturaleza. Como fiel católica, acepta la voluntad de Dios, aunque esta se haya ensañado con todos sus bienes y los recuerdos, y la obligase a emprender una nueva vida y a partir de cero.
EL 27/F
La madrugada del 27 de febrero de 2010, Yenny San Martín dormía junto a su madre Santo Elisa en su modesta pero cómoda casa en el sector de Puerto Inglés, en la caleta de Tumbes. Apenas comenzó el movimiento furioso y descontrolado de la tierra esa noche, comprendió que se trataba de un terremoto.
Durante los casi cuatro minutos de agitación, solo atinó a proteger a su octogenaria madre. Tras la breve ventana de calma, tomó una frazada y dos hallullas y emprendió camino a los cerros. En el trayecto, escuchaba a la distancia los sonidos del mar y observaba cómo la espuma del agua se acercaba a sus pies.
Así lo recuerda: "Desde chica me dijeron que recogiéndose el mar, uno tenía que arrancar para el cerro. Pero todo fue muy complicado, ya que mi mamá estaba con un pie zafado y muy inflamado y le costaba mucho moverse. Caminamos como cuatro cuadras, y de repente viene la primera subida del mar, y ahí quedamos. Miro mis pies y veo a mi alrededor la espuma del agua. Era como ver puros copos de nieve en el suelo. Todo era blanco, como si estuviéramos en la nieve. Luego, el mar comienza a bajar y ahí pudimos seguir subiendo a los cerros. Fue en ese momento cuando sentimos el estruendo. Era igual como cuando uno pisa las cajas de manzanas. Jamás imaginé que ese ruido era porque el mar se estaba llevando las casas. Miro hacia atrás, y ahí iban nuestras casas, como botes navegando en el agua. Todos los que llegaron al cerro gritaban y lloraban. Fue muy terrible. Imagínese, haber trabajado toda una vida para perder todo".
Junto a un centenar de vecinos pasó el resto de la noche frente a una fogata y sin dormir. Apenas aclaró, bajó a ver la magnitud del daño. "Toda la playa estaba llena de escombros, era como si hubiese habido un bombardeo, como si hubiesen tirado una bomba. No quedó nada. La gente se abrazaba. Yo no lloré por la casa. En mi mente solo pensaba en encontrar platos, tazas o comida para sobrevivir. Eso era lo único que me preocupaba", explica con emoción.
Yenny asegura que el apego material no es lo suyo, "porque si Dios te da es gracias a tu trabajo, a lo que has logrado tener, entonces no me aferro a los bienes. Si Dios te bendice es para vivir un poco mejor no más. Total, cuando nos vayamos, no nos vamos a llevar nada. Me conformo con una buena cama en donde descansar, para poder trabajar al otro día". Sin embargo, reconoce que el gran golpe fue haber perdido aquellos recuerdos familiares que, con el paso del tiempo, ha intentado reconstruir. "Lo que más me duele es no tener las fotos, sobre todo las de mi papá".
LA VIDA EN CARPA
Yenny (56 años) vive sola junto a Santo Elisa San Martín (86 años) desde 1999, año en que murió su padre Juvenal San Martín (esposo y primo hermano de su madre), producto de un cáncer pulmonar. Por más de 30 años trabajó como empleada particular en la casa de Gerónimo Portus (hijo del ex alcalde de Talcahuano, Leocán Portus), pero tuvo que renunciar en 2012 cuando su madre sufrió una serie de accidentes vasculares que la dejaron prácticamente inválida. De ahí para adelante, sobrevive gracias a unos pequeños ahorros y la pensión solidaria de 85 mil.