La tarde del viernes, el hijo de la Presidenta Bachelet, el ahora ex director del área sociocultural de la Presidencia, Sebastián Dávalos, leyó un comunicado de prensa, sin aceptar preguntas, donde pedía perdón por el caso en el que se vio envuelto y renunció. Hace poco más de un mes, el senador Iván Moreira, ocupó el mismo método para admitir su participación en el caso Penta; es decir, leyó un comunicado y no aceptó preguntas.
Y en el pasado reciente, otros funcionarios públicos, representantes de la ciudadanía, han utilizado el mismo modus operandi; limitarse a leer un comunicado y no aceptar preguntas. En todos los casos, han utilizado a los medios de comunicación para hacer llegar su mensaje, y han despreciado la inteligencia de la audiencia, convencidos que no hay dudas, cuestionamientos ni interrogantes sobre lo declarado; y no han sentido el deber moral de responder los temas de fondo que suelen haber en estos casos, sino han eludido su responsabilidad en los hechos, y sólo han buscado descomprimir el ambiente, y no afectar más su imagen ni la de la institución que los cobija o representan, admitiendo cuestiones vagas que, a la postre, sólo cumplen el objetivo antes descrito. Pero del tema de fondo, nada.
Semejante tendencia no puede dejarnos indiferentes. Porque no sólo se evaden responsabilidades, buscando sólo la conveniencia personal, sino que se soslaya el compromiso con quienes representan, y se desprecia la capacidad de la población de pedir explicaciones. Cuestión nada más alejada de la realidad que nos toca vivir, donde tenemos una ciudadanía empoderada y que a través de las redes sociales se manifiesta por todo y con fuerza.
En consecuencia, nuestras autoridades que se ven envueltas a algún escándalo mediático debieran revisar esta conducta y tomar en consideración las consecuencias que les puede generar seguir actuando así, porque conforme evoluciona la sociedad, el ciudadano elector, más temprano que tarde, les va a pasar la cuenta.