El dilema en torno al Estadio porteño
No deja de preocupar a la comunidad futbolística puertomontina, por encontrarse afectado Deportes Puerto Montt, -la institución que representa a esta capital regional en el balompié profesional y con muchas posibilidades de subir de categoría-, el reciente anuncio del cierre en marzo del Estadio de Chinquihue, para someterlo a renovación de carpeta sintética con motivo del Mundial Juvenil en octubre venidero. Situación que privaría de disponer de su recinto habitual al plantel porteño, tanto para sus entrenamientos cotidianos como, sobre todo, para realizar sus confrontaciones como dueño de casa en el curso de la rueda final del torneo de clausura por el cetro 2015, donde los puntos son vitales y claves para ascender.
La noticia causó extrañeza en la dirigencia de la entidad porteña, por cuanto -según revelaron- había un acuerdo de intervenir el Estadio una vez concluido el campeonato de Segunda División.
Ahora, lo fundamental es que las autoridades edilicias y de la organización mundialista en este puerto, se reúnan con los dirigentes de Deportes Puerto Montt, y en conjunto -conscientes de la gran importancia que tiene la determinación que se tome- analicen el caso y resuelvan en justicia, con sapiencia y madurez, lo que sea mejor por el bien y prestigio de la capital de la Región de Los Lagos. Sobre todo, porque lo que aquí se defina influirá determinantemente en la organización de la sede mundialera local y en la opción de ascenso puertomontina en el fútbol profesional chileno.
Lo fundamental es que se disponga del tiempo necesario para hacer el cambio de la cubierta futbolística del escenario del Mundial y, a su vez, no resulte perjudicado el club porteño, que merece todo el apoyo necesario en su brillante e inspirada campaña que lo mantiene con la primera opción de campeonar y ascender. Y de no ser posible seguir de anfitrión en Chinquihue, estudiar la opción más propicia en otro recinto adecuado de la zona, que mitigue de manera importante la pérdida de la preciada localía.
Todo un dilema que, estamos seguros, será resuelto con la altura de miras y grandeza que caracteriza a los puertomontinos que de veras aman entrañablemente a su terruño.