Al saltar en las últimas semanas al tapete de la contingencia noticiosa puertomontina, el Pueblito Melipulli con sus diversas limitaciones y urgentes necesidades, -acuciosamente informadas en recientes crónicas de nuestro Diario El Llanquihue-, la reflexión ciudadana no sólo se concentró en la urgencia de mantener en las mejores condiciones materiales posibles ese enclave patrimonial, por su inapreciable valor turístico, sino que al mismo tiempo fue un acontecimiento que instó a considerar en toda su valía artístico-cultural a los talentosos artesanos que le dan vida a ese ya tradicional y característico recodo de Puerto Montt. Verdadero crisol de identidad, innovación, respeto medioambiental y aporte a la industria del turismo.
Consignemos que de las manos e inspiración de estos genuinos artistas brotan maravillosas artesanías, con el reconocido sello sureño nacional, que huelen a nuestras maderas, raíces naturales, lanas animales, metales autóctonos y que recuerdan a Puerto Montt, sus embarcaciones, singular vestuario, costumbres, distintivos e insulares y rurales tradiciones. Y así como los pintores promocionan a su puerto a través de sus lienzos repartidos por el globo, los artesanos -con sus bellas creaciones y tallados- también lo hacen, aunque con especial humildad, pero con igual eficacia, a través de visitantes extranjeros y nacionales que adquieren esos suvenires cual preciados tesoros.
Recordemos que, hace un par de años, la grandeza de los artesanos puertomontinos residentes en el Pueblito Melipulli, fue reconocida a través de sus representantes Rosa Soto y Raúl Varas, quienes fueron distinguidos con el Sello de Excelencia Artesanías de Chile, conferido por el Comité Nacional de Artesanía del World Craft Council, integrado por el Área de Artesanía del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y la Oficina de la Unesco de Santiago.
De manera que el Pueblito Melipulli merece el mayor cuidado posible por ser -casi tanto como Angelmó- una joya distintiva y patrimonial de Puerto Montt, donde un puñado de artesanos, con mucho sacrificio y esfuerzo, aportan los frutos de su talento al buen nombre de Puerto Montt, compartiéndolos con los viajeros del terruño y el mundo.